Secciones
Servicios
Destacamos
En el lejano 1234, hay que reconocerlo, un viaje desde el reino de Hungría a Barcelona tuvo que ser largo e incómodo. Pero Yolanda, la ... hija del rey Andrés de los magiares aceptó de buen grado el compromiso que su padre había estipulado con la corte de Jaume I, una transacción matrimonial especialmente agradable por cierto a los ojos del Papa. Rubia y hermosa, lozana y saludable, la que fue llamada aquí Violant d'Hongría, respondió a los designios de la época -buscar familias nobles lejanas para huir de la endogamia-, y en apenas dieciséis años de feliz matrimonio, antes de caer rendida de fiebres, supo darle nueve hijos a la Corona de Aragón, un esfuerzo muy de agradecer.
La Violante que llegó de tierras lejanas fue una potente impulsora de la conquista del reino de Valencia: como toda reina consorte de su tiempo, su hoja de ruta estuvo dirigida a tener hijos sanos y a lograr que pudieran disponer de buenos reinos y condados. Enterrada con humildad en Vallbona de les Monjes, a los 36 años, su figura ha quedado vinculada a evocaciones de carácter poético y galante -es la dama medieval del 'gegants' en las procesiones- pero ha sido soslayada como forjadora activa de decisiones políticas. Y, sin embargo, las tuvo; y los estudiosos dicen que no fueron pequeñas. Más allá de la participación de mesnadas húngaras en la conquista y el Repartiment, a la hora de la verdad fue influyente su deseo de que hubiera reinos para sus hijos; reinos autónomos, sólidos y con personalidad propia, aunque estuvieran hermanados o federados.
Todo esto viene al hilo del monolito que ayer se descubrió en honor de la reina junto a la calle que lleva su nombre. Vino a la ceremonia la embajadora de Hungría, Valencia vio ondear los colores rojo, blanco y verde de la bandera magiar, y Andrés Goerlich, cónsul honorario, vio coronado uno de sus muchos esfuerzos por el progreso de una amistad europea que en estos tiempos es necesario consolidar más y más. Por la tarde, Daniel Benito Goerlich, otro descendiente de aquel bisabuelo Franz que puso un bazar en la calle de Zaragoza, dio una conferencia sobre la reina y trazó notables puentes entre aquella y esta Europa, entre estos y aquellos anhelos de construcción de un destino compartido.
«Carísima coniux» llama Jaume a la reina Violant en su Crónica. Y dicen los expertos que ese trato, el término superlativo que usa, no es común en los papeles reales de la época. O sea que la valoraba de verdad y que le guardó siempre un respeto que trascendía el marco de lo habitual en aquel siglo, hasta situarla en el escalón de los que de verdad sabían hacer trabajo político. De modo que no está mal recordar todo aquello: feminismo no es solo pintar pancartas ingeniosas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.