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Dice la leyenda que él, Vicente Mortes, impulsaba desde el ministerio los grupos de viviendas como churros; y que su esposa los iba bautizando con nombres de advocaciones de la Virgen, mientras buscaba mecenas que regalaran la campana de la nueva parroquia. El caso es ... que, en Torrent, junto a l'Hort de Trenor, subsiste un barrio de 42 viviendas, el de la Virgen de la Paloma, que fue construido tras la riada de 1957 para dar techo a los damnificados que lo habían perdido todo. Las casas que se construyeron en Paterna, unas 120, se acogieron al patrocinio de la Virgen de la Merced; las de Valencia, unas 1.000, llevan el nombre de la murciana Virgen de la Fuensanta; y por obvias razones marineras, las 614 casas del Cabanyal se acogen a la protección de la Virgen del Carmen.
Casas, muchas casas 'de renta limitada'. Entre la inundación que ahora se evoca y el año 1964, no menos de veinte municipios de la provincia -desde Algemesí a Bétera, desde Alboraia a Moncada- tuvieron barrios nuevos o recibieron una acción que hizo posible paliar el déficit de vivienda. Hay barrios de esa época en Almussafes, Catarroja, Beniparrell y Picassent. Porque no se trataba solo de atender al daño de la inundación, sino de abordar lo que ya era un hecho social evidente: la inmigración que estaba llegando, con poco más que las manos y una maleta de cartón, desde regiones de España donde había menos horizontes que en Valencia. En los cincuenta, en Valencia lo sabemos, la escasez de vivienda anidaba en alianza con la pobreza y se dejaba ver en el río.
Ahora vuelven a faltar viviendas. Muchas. Según los estudiosos del Banco de España, son precisas unas 500.000 casas nuevas, quizá más, para colmar las necesidades de una demanda que -esa es la guinda del agudo problema español- no puede pagar los altos precios vigentes ni soportar el peso de las largas hipotecas. El asunto, pues, radica en meterle al sistema soluciones imaginativas y generosas, que sean capaces de liberar suelo barato y dar a los jóvenes salidas asequibles y de largo plazo.
Mira tú por donde, las recientes inundaciones nos ofrecen, también aquí, una faceta de oportunidad. Como en 1957, se necesitan casas para quienes las han perdido y para quienes soportan una carestía inabordable. Y no deben ser pocas las personas que llevan a cuestas los dos problemas a la vez. Las administraciones, es evidente, están llamadas a la acción. Y esta, que debería contar con generosos recursos europeos, es preciso que sea urgente, decidida y -una vez más- consensuada por los partidos. Para abordar el problema, ni nos vale un modelo ultraliberal y de burbuja, ni un intervencionismo exacerbado; como siempre, en el templado término medio estarán las soluciones.
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