El pasado domingo vivimos en Mestalla lo más parecido a una catarsis. Todo sucedió en los últimos 25 minutos, cuando más le apretaba la soga ... del partido al Valencia. La grada se levantó como hacía años no recordaba para aguantar a su equipo y empequeñecer al rival. Cuando se enciende el 'modo apisonadora'... no hay rival que pueda con este estadio. El último tercio del Valencia-Real Sociedad me recordó a cuando Baraja llegó al banquillo del Valencia. Aquel equipo estaba más o menos igual de mal -con mejores jugadores- pero mucho menos tiempo para reaccionar. La sensación era que... 'es el año'. El año de bajar, claro. Aquellos duelos de agónica segunda vuelta -ya con el Pipo- ante Real Sociedad y Osasuna, el estadio de Mestalla se comportó exactamente igual que el pasado domingo. La gente entendió, tras muchas semanas de tristeza con Baraja e indignación con Lim, que o Mestalla aplasta a cada rival que pase por aquí, o el descenso aplastará al Valencia. Así de sencillo. Y la misma comunión que ya salvó al equipo hace dos años es la única manera de repetir la hazaña pero ahora con más tiempo. Con toda la segunda vuelta por delante, el valencianista recuperó el domingo la tensión competitiva, se puso el mono de trabajo y empezó a jugar su partido. Diecinueve jornadas por delante y diez de ellas en Mestalla. Diez finales. Treinta puntos. Los primeros tres ya están en el zurrón. Quedan tres menos. Bravo.

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A este cambio se suma inexorablemente la llegada de Corberán. El Pipo dio todo lo que llevaba dentro, pero hacía tiempo que su maleta de soluciones estaba vacía. Mucha gente se pregunta qué habría pasado si el club hubiera cambiado de entrenador cuando la realidad lo pedía a gritos y no un mes después. Pero eso ya no importa. Baraja es historia viva del club y no seré yo quién lo olvide por mucho que fuera innegociable el cambio de entrenador. Y ahí aparece Corberán; desconocido para casi todos pero, como ya dije a su llegada, nada que ver con los Neville o Ayestaran de turno. Sin experiencia en España -cierto- pero ya con trayectoria valorable entrenando en segunda en Inglaterra. Sus hechos son hoy su mejor carta de presentación. Y no hablo de resultados por haber ganado su primer partido de liga. Todos coincidimos que se ven trazas de entrenador con soluciones y, en tres partidos que lleva en el banquillo, su equipo ha ido cinco minutos por detrás en el marcador. Cinco. Real Madrid, Sevilla y Real Sociedad. Casi nada. No le sumo la Copa del Rey, pero ahí están las dos eliminatorias a su favor.

Pero, además, vemos su incidencia en el equipo. Menos aculado atrás sin balón, mejor posicionamiento, mejor estructura ofensiva... y mejora individual de algunos futbolistas. Igual que el Pipo se inventó a Javi Guerra o Diego López en su día, Corberán está recuperando la mejor versión del propio Guerra, Foulquier pisa más área que en su vida o Almeida ha sido recuperado para la causa. Por no hablar de lo que más me gusta hasta el momento, su lectura de los partidos. Dentro de la plantilla que tiene, hace cambios que mejoran las situaciones delicadas. Lo hizo en Ourense con Almeida y lo hizo ante la Real con Pepelu. Los entrenadores están, entre otras cosas, para resolver los problemas que te van proponiendo los partidos. Hay que seguir analizando al nuevo técnico pero, repito, las trazas son positivas. ¿Y qué tiene que ver eso con el despettar de Mestalla? Porque la gente ha pasado de verlo todo perdido a creer que, con él, la salvación es posible. Con él y con ellos.

Percibo en Corberán trazas positivas y la gente que lo veía todo perdido ahora cree que con él es posible

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