Esta misma semana Podemos ha mostrado dos de sus lados más oscuros. Se ha negado a condenar los incidentes desatados tras el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél y ha vuelto a insistir en la necesidad de controlar los medios de comunicación privados. En cierta forma, ambas cuestiones caminan de la mano. El nacimiento de Podemos, y en especial el ascenso mediático de Pablo Iglesias, están muy vinculados a determinados discursos sobre la violencia. Son ya históricas las referencias del actual vicepresidente del Gobierno favorables al derecho a usar armas en su canal de Youtube. También, el momento en el que se emocionó al ver a un policía apaleado por los jóvenes que pretendían ocupar el Congreso en 21012 (Trump no llegó tan lejos en el asalto al Capitolio).
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Los medios de comunicación han expuesto estas y otras afirmaciones en su contexto y, en su gran mayoría, las han criticado. Cuando Iglesias pide controlar a los medios comunicación (o considera legítimo insultar a periodistas) lo que está haciendo es pedir una restricción a la libertad de expresión de aquellas personas que son críticas con su mensaje. Prefiere las redes con barra libre para expresar cualquier mensaje. Elige el fango al agua transparente.
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