Un afortunado gana el bote de 1.214.432,18 euros en la Bonoloto de este miércoles en un municipio de 10.000 habitantes

Ximo Puig debe estar preguntándose todavía si han merecido la pena tantos desvelos, tantos esfuerzos y tanta esplendidez para la insuficiente cosecha recogida. Ya le ... digo yo que no. Los 1.174 millones que se comprometió a repartir de entrada -de salida fueron más- en el programa electoral del cuatrienio 2023-2027 se los podría haber ahorrado. Y lo único que consiguió volcándose con Alicante fue significarse, porque lo que empezó siendo una discreta preocupación táctica, amén de una obligada compensación de la reclamación de los puertos del Estado, los aeropuertos de Aena y las estaciones espaciales internacionales, terminó convirtiéndose en una obsesión estratégica que le llevó a dar la nota a ojos vistas. Hay una máxima cervantina que no se cumple al sur de la línea Biar-Bussot. Me refiero a la de que no hay resistencia que no se desvanezca con favores y con dádivas. Puig amplió el contrato de la carrera oceánica Volvo y radicó en la capital alicantina la primera de las numerosas agencias que creó, la de Innovación (AVI). Pero primero porque el beneficiario de esta sinecura se resistió a abandonar Valencia. Y después, porque no repartió las subvenciones por cupos provinciales no tardó en volverse en su contra. Cosa que le obligó a levantar allí una consejería completa, e incluso a anunciar la instalación de otra, cuando ya era evidente que Distrito Digital (¿?) crecía y se multiplicaba pero no le granjeaba adhesiones. ¿Adhesiones? Si te he visto desplegar el Plan Vega Renhace, inyectar cemento en cauces y acequias y convertir un palacio oriolano en delegación de Presidencia de la Generalidad, no me acuerdo, declaró el 48% del electorado del Bajo Segura ante las urnas. Tres cuartos de lo mismo le sucedió en Elche, lugar elegido por Puig para establecer la Agencia de Protección del Territorio. Pero sea porque no calibró bien que si autorizaba a la Universidad de Alicante a abrir una facultad de Medicina perjudicaba a la Miguel Hernández, o porque se quedó el edificio de correos y la estafeta ha ido dando tumbos por la ciudad desde entonces, Carlos González perdió la alcaldía habiendo obtenido 5.467 votos más que la candidatura autonómica. Y es que hace falta algo más que favores y dádivas, como creía Cervantes, o programa, marca e imagen, como es universalmente admitido ahora, para seducir a los votantes. Es menester tener un poco de sentido común. Sandra Gómez perdió de nuevo por, entre otras ocurrencias e izquierdismos, proyectar la supresión de dos túneles, cuando se da la casualidad de que Martínez Almeida obtuvo un 1,1% más de votos en las calles afectadas por la demora de las obras del túnel del Santiago Bernabeu y cayó entre 1,5 y 4 puntos donde incumplió la promesa de soterrar la A-5.

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