Algo me dice que, a menos que una prolongada sequía desencadene un estallido social, las reivindicaciones hídricas pasarán a un segundo plano durante la próxima ... legislatura o se suscitarán de una manera menos temperamental, no tanto por el cambio político como por una serie de factores que están empezando a dejarse notar en Alicante antes incluso de que se produzca el relevo gubernamental. La asunción de la escasez, el doloroso pero inevitable convencimiento de que hay otras aguas pero no están aquí, que diría Paul Éluard, y el miedo a perder la poca que queda están aplacando a los más beligerantes. Los mismos que hace apenas unos meses se negaban de plano a echarse a la boca un solo vaso de agua desalada así estuvieran deshidratándose están quejándose ahora de que 12 de los 25 hm3 que produce la otrora boicoteada planta de Torrevieja deban ser empleados en saciar la sed de los regantes murcianos. Y no sólo están recibiendo cual agua de mayo el caudal de 19,5 hm3 que el acueducto Júcar-Vinalopó les está trasfiriendo a demanda desde el azud de la Marquesa que antes rechazaban porque la toma no estaba en el embalse de Tous, sino que están reconociendo que «la sobreexplotación de los acuíferos del Vinalopó es uno de los principales problemas medioambientales de la Comunidad Valenciana», Á. Urbina dixit. Un libro académico sobre los seis siglos que ha costado enlazar ambas cuencas ha sido recibido con toda clase de parabienes. La prensa alicantina publicaba el otro día algo que habría causado malestar cuando el acueducto en cuestión era un conjunto de males sin mezcla de bien alguno: la mencionada transferencia, la mayor las realizadas desde 2012, tendrá un impacto económico en la agricultura provincial de 250 millones. Una noticia casi tan atrevida como desvelar en semejante entorno que en Alicante hay «muchas piscinas para tan poca agua» -128.000 para ser exactos; una por cada 14 habitantes, que son 1/5 en Dénia o 1/9 en Xàbia- y sin embargo vio la luz. Por eso sostengo que, aunque Mazón arengó a los agricultores ilicitanos a la voz de «esta va a ser la legislatura del agua», dudo mucho que vuelva a las andadas de Zaplana y Camps. No se gastará 7,2 millones de euros en soliviantar a las masas contra Gª Page, como dilapidaron sus predecesores en desacreditar las desalinizadoras y con ellas al PSOE. Entre otras cosas porque Feijóo asegura que en España «hay agua suficiente para todos». Pero en su PERTE específico sólo se alude a infraestructuras pendientes del plan hidrológico y de los planes de cuenca. Más concretamente, según prometió en Lérida, a la modernización de presas y canales. Poco, me temo, para el heredero de la bandera del 'Agua para todos'.
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