Así ha quedado el bingo de Valencia arrasado por el incendio

A Vox le está costando completar la parte del organigrama del Consell que le correspondió por falta de militantes y al PP demostrar que los tiene fuera del zaplanismo. Aunque no creo que la reducción de secretarías autonómicas y subsecretarías (de 55 a 46) acordada ... por Carlos Mazón obedezca a esta falta de efectivos. A Abascal le pasa lo mismo que a Pablo Iglesias cuando creyó que podía asaltar los cielos sin una mínima estructura organizativa. Y el PP parece que no ha renovado la plantilla desde que Zaplana se fue a Madrid. Por eso no me sorprendió que Juanma Doménech desvelase que una persona del entorno de Vicente Barrera se había apresurado a habilitar el número de teléfono al que debían dirigirse los posibles interesados en conseguir un puesto de trabajo. Ni me extraña que la consejera de Justicia Elisa Núñez se encuentre en estos momentos con que nadie medianamente presentable se aviene a integrarse en su departamento. Porque a la falta de recursos humanos y a su posible impericia en la caza de talentos, se suma, ay, el temor que infunde Vox. Lo que nos tiene asombrados, no a mí sino al conjunto de los periodistas valencianos, es que todo un PPCV, que desde luego nunca tuvo 150.000 afiliados, como presumió, pero sí varios miles de ellos, llene su parte del Consell con zaplanistas de la primera hornada e «históricos del PP», al decir unánime de la prensa. Eso es lo que resulta un tanto incomprensible por cuanto transmite la sensación de que no ha habido relevo generacional y de que los huecos que dejaron los popularistas caídos en acto de autoservicio no fueron cubiertos por tropas de refresco. La misma impresión que se decanta del doblete, que ha terminado siendo triplete, como luego explicaré, de MªJ Catalá. Si los banderines de enganche no se llegaron a cubrir del todo de polvo y la tasa de reposición orgánica se mantuvo mal que bien a pesar de las redadas judiciales y de lo denigrante que resultaba enrolarse en el PP en semejante contexto, por qué Catalá encabezó la candidatura municipal y la autonómica a imagen y semejanza de Rita. Y, lo que no hay por dónde cogerlo, por qué le concedieron que su ginecóloga, Esperanza Reynal, figurase en el tercer puesto de la lista del Congreso, tras Pons y Hoyo. Un antojo que convierte en anecdótico que la nueva consejera de Justicia sea la sobrina de un amigo de Abascal, JL Sánchez, el Pater que ofició la boda de Tamara Falcó y anteriormente la de quien fue su monaguillo preferido, Marcos Benavent. A una mala, Núñez, por lo menos, hubo de superar una entrevista de trabajo con el jefe de personal de Vox, Ignacio Garriga.

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