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Esperanza Aguirre y Joaquín Leguina le han pedido a Díaz Ayuso que no se amilane y vuelva a implantar las compensaciones económicas que percibían los expresidentes madrileños como miembros del Consejo Jurídico Consultivo regional. La paga de 8.500€ brutos de 2015 al mes, el ... asistente y el vehículo oficial que Cristina Cifuentes, la tan criticada por otros motivos Cristina Cifuentes les quitó. A diferencia de la condesa consorte de Bornos, Ximo Puig no ha necesitado descararse como para beneficiarse de un plan de jubilación institucional idéntico al matritense. La ley que promovió Eduardo Zaplana con la anuencia ilusionada (¿o debería decir ilusa?) de Joan I. Pla continúa en vigor. Ya se encargó él de convencer a los diputados de Podemos en 2015 y en 2018 de que no era el momento de privar a los extitulares del Consell del derecho a cobrar los atrasos de Cuba. Un sueldazo que, entre el efectivo y el equipamiento incorporado, no tiene nada que envidiar al de la ONCE. Con el agravante de que, al contrario que Pla, Puig sí sabía que iba a poder disfrutar con total seguridad de esa canonjía. Como que le faltó tiempo para acogerse a la parte del estatuto de los expresidentes que más le convenía después de adueñarse de un acta de senador autonómico sin renunciar al escaño de diputado y al rango de presidente del grupo parlamentario. ¿Por qué se empeñó entonces en que Pedro Sánchez lo nombrara además ministro? Es algo que sólo están en condiciones de entender quienes hayan seguido las quejumbrosas lamentaciones de su más fiel cronista, exégeta y en ocasiones portavoz oficioso. Yo le descubrí cuando ya sólo «plorava de sos ulls» porque «Ferraz» no le hubiera buscado «un acomodo a Ximo Puig», como si el pobre no tuviera dónde caerse muerto. Pero es que, en previsión de mayores desdenes, se atrevió a precisar las medidas exactas del traje: «el puesto debería ser compatible con la secretaría general [del PSPV] y con el escaño de senador (de las Corts Valencianes podría plantearse salir)». Nietzsche sostiene que «el que apetezca la gloria debe despedirse a tiempo del honor y dominar el difícil arte de irse en el momento oportuno». No es el caso de nuestros 'jurats en cap'. Lo resumían J.C. Ferriol y A.Rallo días atrás en un oportuno reportaje. «Ser elegante en la despedida, habilidoso a la hora de salir del foco y mantener impoluto aquello del 'molt honorable' –concluían– se ha demostrado casi como una misión imposible». Pues sí, porque hasta Zaplana, que en una insólita muestra de desprendimiento renunció a acogerse al retiro dorado que se acababa de arreglar «para que nadie pensara» que era eso, exactamente, lo que buscaba, lo hizo después del escándalo que se formó.
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