Las calles estarían limpias si los mismos vecinos que luego se quejan de que están sucias no las ensuciaran. Pero como eso no obsta para que la limpieza municipal ocupe un lugar preferente en el grado de satisfacción del vecindario y la corporación que presidía ... Ribó suspendió en la última encuesta que encargó la OCU, a MªJ Catalá le faltó tiempo para anunciar que destinaría 140.000 euros más al mes a mejorar el aseo urbano. Y no sólo eso. El concejal delegado, Carlos Mundina, aseguró esta semana pasada que el Ayuntamiento de Valencia va a invertir 2,7 millones en reforzar la limpieza viaria durante las fiestas falleras. Un 41% más que la suma que el Pacto del Rialto destinó el año pasado a este menester. El aumento será del 71% en personal, de un 20% y un 15%, respectivamente, en contenedores de plástico para residuos y metálicos para cenizas. El parque de papeleras se reforzará con 1.200 depósitos de 120 litros y los baldeos y las desinfecciones de la vía pública se intensificarán en estas fechas. Todo un despliegue que, sin embargo, no cubrirá ni de lejos la demanda de urinarios que experimentará el 'cap i casal' entre los días 15 y el 19. Como suele ocurrir, por otra parte, desde que las fallas se masificaron en el siglo XX. Con pasar de 315 mingitorios en 2023 a 569 en 2024 no se resolverán los problemas que provoca la incontinencia urinaria del personal. Es evidente que el entonces consejero de Agricultura Juan Cotino, q.e.p.d., calculó mal. Compró 6.864 mingitorios con vistas a la llegada de Benedicto XVI a Valencia. Invirtió 3'1 millones de 2006 en retretes pensando que no menos de un millón de fieles asistiría a la celebración del V Encuentro Mundial de las Familias. Y se convirtió en protagonista de toda suerte de chanzas escatológicas porque la peregrinación no llegó a tanto. Pero la multitud de curiosos que atraen las fallas sí que se acerca a esa cantidad. Un informe elaborado por la UV con datos de Telefónica cifra en 804.332 el monto de visitantes alcanzado en 2023, de los cuales 433.000 eran extraprovinciales y el resto de la provincia. Total al que es preciso agregar los cientos de miles de residentes que se echan a la calle a disfrutar de la fiesta y no siempre encuentran dónde aliviarse cívica y correctamente. Magnitudes que el ayuntamiento debería tener presentes de una dichosa vez. Aunque sólo sea porque mientras no haya suficientes excusados entorno a los monumentos y, particular, en las rutas que conducen a los de categoría especial y a la iluminación de Ruzafa, a Valencia no habrá quien le quite el sambenito de «repugnante» (Pío Baroja) y «maloliente capital mundial del antiturismo» (Kenneth Tynan).

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