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Para que luego digan que no cambiamos con la edad. A mí se me llevaban los demonios si un colega me pisaba una noticia, la desarrollaba mejor o valoraba antes que yo su trascendencia. Ahora, en cambio, hay veces en las que casi me alegro ... de que sean otros los que se pronuncien antes que yo. Por ejemplo, contra la decisión del Ayuntamiento de Valencia de combatir la plaga de palomas que sufre la ciudad de un modo semiético, que diría G. Tello. Cazándolas con redes, 'al rall', la modalidad pesquera más autóctona que existe, y desterrándolas (sic) después como al Cid. «Reubicándolas en [indeterminados] palomares rurales situados en distintos [y no menos inconcretos] puntos de la Comunidad Valenciana». Desentendiéndose por tanto de que tan reservorio incontrolable de bacterias, virus y ácaros, amén de dañinas para toda suerte de edificios y de manera muy especial para los de interés arquitectónico, son «las ratas del aire» en el 'cap i casal', como en Almassora y otros muchos pueblos donde no saben ya cómo rebajar su número. Por eso no puedo por menos que celebrar que hayan sido los agricultores, los futuros perjudicados por esta desahogada medida, los que se hayan quejado antes que nadie. Los que hayan dado a entender que con las copiosas bandadas de estorninos, las voraces cotorras y, de unos meses a esta parte, los hermosos, pero no menos voraces y patosos flamencos están más que servidos. Y no necesitan que el Ayuntamiento de Valencia les mande más aves granívoras a comer en sus arrozales. Y menos por miedo a soliviantar a unos animalistas irracionales que no sólo están poniendo en peligro la salud pública. Están poniendo en peligro la biodiversidad favoreciendo la expansión de especies que desplazan o se ceban en otras, como advierten científicos del CSIC y reiteraban días atrás SEO-Bird y Agró a propósito de la nidificación de una especie en vías de extinción en el parque natural de la Albufera. La mayor amenaza que se cierne sobre las nidadas del chorlitejo patinegro es una colonia de gatos que hay en la dehesa, protegida y puede mantenida con cargo al erario como las otras 600 que existen en Valencia. El relato de trapacerías cometidas recientemente por nuestras autoridades para evitar chocar con los colectivos animalistas no acaba, de todos modos, aquí. El alcalde de Xàtiva Roger Cerdà obligó a Cáritas a retirar los contenedores de ropa de las calles setabenses por las mismas fechas -finales de mayo- en que aseguró que va a señalizar en ellas -ojo al dato- los pasos de gatos y a redoblar la inversión consistorial en reservas felinas. Un guiño inconfundible al electorado: él también quiere más a los mininos -¿O es a las ailurófilas?- que al prójimo.
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