La abogada y escritora Mª Blanca Blanquer ha conseguido averiguar que en agosto de 1938, con dos días de diferencia, murieron envenenados en Barcelona dos amigos del teniente coronel de la Guardia Civil Manuel Uribarri Barutell. Uno era miembro del SIM. El otro, el comandante ... médico Santiago Blanquer, su padre. El hombre joven (37 años) y atlético a quien el también valenciano Uribarri le pidió antes de abandonar España que le entregara a Indalecio Prieto un informe sobre las actividades del GPU ruso. Un encargo que no pudo cumplir porque murió al salir de una cena. Hasta ahí ha llegado la exdirectora general de Urbanismo en sus pesquisas. Un ejemplo de que la recuperación de la memoria histórica permite algo más que identificar e inhumar civilizadamente a los fusilados y enterrados de cualquier manera. Permite reajustar verdades parciales o incompletas, cubrir vacíos sentimentales y recomponer biografías truncadas que de otro modo habrían quedado en el olvido. La cuantiosa información que ha logrado reunir la autora de obras tan distintas como 'Derecho urbanístico actual' y 'Cumpleaños de mamá' en un volumen autoeditado para la lectura familiar es asombrosa, porque sobresaliente, accidentada y trágica fue la vida del capitán, ascendido a comandante en 1938, Blanquer Alonso. Alumno de Peset y de Gil Morte, compañero de Beltrán Báguena y premio extraordinario de carrera a los 20 años, ingresó en el Cuerpo de Sanidad Militar. Participó en la guerra del Rif, donde fue herido en varias ocasiones. Condecorado por ello con la medalla al Mérito Militar (1925), la Cruz de 1ª clase al MM (1926) y las medallas de plata (1928) y oro (1937) de la Cruz Roja, escribió diversas monografías sobre el traslado de heridos y alergias a los medicamentos, y se libró de dos consejos de guerra. Del primero, porque las bajas sufridas por su regimiento a causa del calor y la fatiga le dieron la razón; y del segundo, abierto por criticar a Primo de Rivera, por el fin de la Dictablanda. Pero no de ser procesado por «auxilio a la rebelión» en 1942. De nada le sirvió estar en posesión de una brillante hoja de servicios al Ejército, entre las que figura la asistencia a las bajas que sufrió «la columna del teniente coronel Franco» en una escaramuza, haber creado de su peculio un hospital en Benicalap o dirigir la sanidad en Valencia. Se mantuvo fiel a la República y como uno de los hospitales militares que se habilitaron en la ciudad al estallar la contienda llevó su nombre, fue declarado en rebeldía en 1944 desoyendo lo manifestado por dos testigos durante la instrucción de la causa en el sentido de que hacía años que había muerto. A manos de sus supuestos aliados, según se ha sabido ahora.

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