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Espadas

La fiebre del bosque

Las colas son para ofrecerse a repoblar lo que se tercie

Miércoles, 1 de mayo 2024, 23:47

Los nuevos ayuntamientos están extrañadísimos por algo que no podían ni imaginar. El mundo al revés. Ahora no son los vendedores de eventos los que forman colas ante los ayuntamientos y la Generalidad como en tiempos de Zaplana, Olivas y Camps. Colas que desaparecieron en ... cuanto Alberto Fabra accedió al poder y cerró el grifo. Y volvieron a formarse, pero ya de representantes de artículos de segunda categoría -léase competiciones deportivas de escasa audiencia televisiva, capitalidades como la de este año, que es y está Verde, festivales como el de Benidorm, etc.- durante el mandato de Puig. Ahora son constructores, contratistas, bancos y demás los que se ofrecen desinteresadamente a repoblar forestalmente lo que se tercie. Desde que cualquier compañía ha de compensar la huella de CO2 que deja en la atmósfera no es que se ha creado un mercado de un activo invisible, el más intangible de cuantos son tenidos por tales. Es que se ha desatado una auténtica fiebre del bosque. Y como siempre será más rentable quedar bien con un pasado, presente y a ser posible futuro cliente institucional que irse a restaurar hectáreas deforestadas en la Amazonia o en el Senegal, ayuntamiento hay que no sabe qué hacer con la cantidad de mecenas medioambientales que llaman a su puerta. Unos porque carecen de calvas y desmontes suficientes para cubrir la demanda. Otros porque preferirían que por el mismo precio -gratis total- se hicieran cargo del cuidado de los parques y jardines de la localidad. Y los más porque temen que les comprometa esta novedosa colaboración público-privada, ya sea por lo que representa o por lo que pueda suponer para las arcas municipales la renuncia a los derechos de emisión de los montes comunales, están que no saben a qué carta quedarse. EMIVASA y el Ayuntamiento de Valencia eligieron la mejor. Acordaron medir cuánto carbono es capaz de absorber la huerta periurbana a fin de que sean los mismos agricultores quienes se beneficien de su venta. Una iniciativa ciertamente «pionera y rompedora», como declaró la entonces concejala de Aguas Elisa Valía, porque ya hay quien está tratando de enterrar carbono en los humedales y campos perimetrales del parque natural de la Albufera. Si ello es posible, claro está. Porque dudas acerca de lo que generará o no créditos de carbono hay muchas. Como también las hay sobre la bondad de esta medida de la Unión Europea. El temor a que cause tanto daño al monte como serios trastornos ha causado a la industria automovilística la prohibición de la venta de coches con motor de combustión a partir de 2035 está más que fundado. Toda vez que lo que necesita el agro es cuidado, no plantar eucaliptos (años 40) ni reducir la superficie cultivada (años 90).

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