A estas alturas, el teniente general en la reserva Gan Pàmpols debe haberse hecho ya una idea de en qué lío se ha metido y en qué encerronas se va a encontrar en esta etapa de su vida laboral. El cursillo de formación acelerada al ... que ha sido sometido antes de recibir la encomienda le tiene que haber despejado las dudas que pudiera albergar acerca del cometido de un cargo público. Y lo que se ha tenido que oír en cuestión de semanas, aun siendo abrumadoramente laudatorio, le habrá enseñado que no sólo el Everest y los polos árticos y antárticos ponen a prueba la capacidad de resistencia de una persona. La exposición al frío no es mucho más insoportable que el escrutinio público. Que si será el escudo de Mazón, que si constituye un mal presagio, que ha transmitido un «peligroso mensaje antipolítico» y que le guste o no habrá de recibir «directrices políticas» y rendir cuentas ante las Cortes, etc. Demasiadas reprobaciones para alguien que se acostumbró a que le trataran de usted en la academia, de usía al convertirse en coronel y de vuecencia al alcanzar el generalato. Tratamiento del que apenas se había apeado cuando comenzaron a criticarle, algo insólito en la carrera de un soldado como él; no digamos ya a escribir que tiene nombre de payaso o cuando menos circense. La reserva con que se ha acogido su nombramiento es de todos modos comprensible. Dos siglos de espadones intranquilizan a cualquiera. Sin embargo, nada induce a pensar que se esté produciendo una militarización preocupante de la política. De los cinco oficiales, jefes y generales que Vox consiguió colar en el Congreso en 2019 sólo queda Asarta. Podemos no logró que Julio Rodríguez accediera a él ni cambiándolo de circunscripción. Y Gan tiene más de mercadotecnia que de Cincinato, de general desprendido al que recurrir en caso de necesidad. Mazón lo movilizó porque, además de necesitar un pararrayos, no podía arriesgarse a designar a otra medrosa. Y milagro será si le dura como vicepresidente porque entre lo que le prometió que haría y lo que va a poder hacer media un abismo. Tan gran grande que la que se descuide, Mazón tendrá todo el pescado contractual vendido y no va a poder desempeñarse más que de cobrador del frac. Ya lo decía Quevedo en la defensa que hacía de la milicia en el 'Memorial a Felipe IV': «Muere la milicia de hambre en la costa;/ vive la malicia de ayuda de costa». Pena me da. Si se fijan, se le está haciendo cara de Joan Romero, aquel profesor que el día en que se dio cuenta de qué era ser secretario general del PSPV echó a correr y no paró hasta refugiarse en sagrado.
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