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Otros que no se mojan

Una forma de gobernar a la carta que también será la del PP y de Vox

Jueves, 5 de octubre 2023, 00:16

Las obligaciones de un político no están contempladas en la Ley 3/2025 que regula las establecidas para el ejercicio de altos cargos de la Administración General del Estado. Ya nos gustaría. Pero son de Catón. La primera de ellas es cumplir y hacer cumplir ... la ley. La segunda, gobernar. Decidir. Desempeñar la tarea que le encomendó la sociedad al elegirle y no descargar en una mínima, insignificante e interesada parte de ella el compromiso o, lo que es peor en la mayoría de los casos, el privilegio de decidir en su nombre, tal como acostumbran a hacer nuestras autoridades a fin de no indisponerse con nadie, aunque ese nadie a duras penas se represente a sí mismo. Es curioso pero no hay una sola de ellas que sin haber leído 'La rebelión de las masas' no sepa que el mando se sustenta sobre la opinión pública. El problema es que la obsecuencia para con el vecino afectado por las resoluciones de la Administración ha llegado a un punto que en que ya sólo se adoptan decisiones populares, y por ende generalmente inadecuadas e insostenibles. Detrás de la inseguridad jurídica creada en Benimaclet, de las compensaciones que habrá de recibir la frustrada promotora de un colegio mayor en Zaidía o de la amenaza de supresión que pende sobre el túnel que alivia la circulación por Tránsitos está la dejación de responsabilidad del Pacto del Rialto. Una forma de gobernar a la carta que va y resulta que también será la del PP y de Vox. El dir. gen. de Participación se presentó a finales de septiembre en Morella -dónde si no- para anunciar que cambiarán la forma de los presupuestos participativos autonómicos, pero no el fondo (de reptiles). Y si es MªJ Catalá parece el doctor Jeckyll y mister Hyde. Igual aplica el ordeno y mando sin anestesia que ejerce de Rosita la Pastelera. No me atrevo a escribir que en honor de Martínez de la Rosa, el liberal que implantó el parlamento bicameral, porque también decretó una amnistía general, la de 1834, y el PP no es partidario de esta medida de gracia. Véase, si no, lo contradictorio que resulta que por un lado bautice o redenomine puentes y ciudades sin encomendarse a nadie y, por otro, supedite el futuro del Sidi Saler al parecer de los vecinos (¿?) o reciba vicariamente en audiencia al representante -mis respetos a la persona- de uno de los distintos bufetes, corredurías, etc. que aspiran a quedarse con un bien que no está en venta. En lo que constituye un desaire para los demás Y, en cualquier caso, para los presidentes de Lo Rat Penat, RACV, Ateneo y Casino de Agricultura porque a ellos se los despachó de una tacada.

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