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El Palacio del Canapé

Cualquier día se les meten allí unos modernos

Miércoles, 18 de septiembre 2024, 23:51

La alcaldesa de Castellón, Begoña Carrasco, no podrá presumir de influyente porque donde ella quería que funcionara «algo útil para los vecinos», en la antigua estafeta de Correos, la consejera Nuria Montes va a instalar una innecesaria delegación de la Consejería de Innovación. Algo tan ... prescindible como lo que tenía previsto Ximo Puig. Pero siempre podrá alegar que, como ella reclamó, a las dos plantas de despachos les van a añadir una sala de exposiciones, pieza que por sí misma justifica cualquier incremento patrimonial público, y un no menos socorrido salón de actos. Que lo que es MªJ Catalá, ni eso. Anunció que trasladaría el Museo Fallero a Correos. Y sea porque Mazón tiene otra opinión o por lo que fuere lo cierto es que ésta es la hora en que el único que le ha sacado algo de punta al caro y no por ello menos cerrado 'Palacio del Canapé', como la ahora alcaldesa de Valencia lo llamaba cuando era portavoz de PP, ha sido el titular del Consell, que lo utilizó para ganarse la simpatía del respetable sorteando entradas para presenciar la mascletà desde sus torres. Con todo y con eso lo malo no es que Catalá no se haya salido con la suya, que también lo fue de Mazón. Lo malo es que cualquier día se les meten allí unos modernos como los que se le apalancaron a la Universidad de Valencia (UV) en el abandonado colegio mayor Luis Vives o un Frente Obrero como el que se le coló a la Generalidad en una finca vacía de la calle Colón y luego no hay quien los saque. No porque lo impide la ley sino porque la Administración es muy mala casera. Mala y manirrota. Igual construye sin medida -las universidades mueven más cemento que Florentino-, que alquila o abandona -verbigracia, delegación de Hacienda- al tuntún. Y si por una de aquellas sufre una okupación más o menos simbólica como las antes mencionadas lo menos que quiere es proceder al desalojo para no pecar de autoritaria. Tres años y 17 millones le ha costado a la UV devolver a la residencia estudiantil diseñada por Javier Goerlich su pasado esplendor. Un año de carencia concedió a Mónica Oltra a la autodenominada Esperanza Obrera con lo caro que está el metro cuadrado en la verdadera milla del oro y lo mal que se portaron con ella sus integrantes tratándola de sobrada y colgando su foto en la fachada. Y si es Puig, negoció tan desmañadamente la compra del Palacio de Comunicaciones con la sociedad estatal que lo que se ha quedado allí Correos no es una esquinita, ni el 1% de la finca que los Blasco no pueden recuperar. Es una especie de Gibraltar. Una afrenta colonial.

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