No voy a ser yo quien acuse a Carlos Mazón de presumir de ahorrar 20,2 millones en asesores y en altos cargos mientras renuncia a recaudar 366 al rebajar el impuesto de transmisiones, como han hecho otros. Iba en su programa electoral. Poco se ... le puede afear por este lado. Sí le reprocharé, en cambio, que no esté obligando a sus propios a seguir su ejemplo. Y, más en concreto, que no le haya parado los pies al alcalde de Alicante. Mazón puede continuar confiando indefinidamente en que la incomunicación existente entre Valencia y Alicante aplique sordina a las discrepancias que mantiene con quien obtuvo 2.000 votos más que él el 28M. Pero la decisión de Luis Barcala de «adaptar la administración municipal alicantina al s. XXI» constituye algo más que una contradicción interinstitucional. La ha planteado a sabiendas de que el Consell pensaba explotar el haber logrado reducir en 55 (de 116 a 51) el número de asesores y en 30 (de 151 a 121) el de altos cargos; que serán 29 y 120, respectivamente, tras la designación posterior, contengan la risa, por favor, de un director general de ¡Simplificación Administrativa! Y ni siquiera se está preocupando de ocultar que detrás de esa pregonada «modernización de la estructura del ayuntamiento», no está tanto la formación de un «gobierno paralelo» de difícil encaje democrático, como el incremento de la nómina de paniaguados con estipendios que van de los 82.000 de los coordinadores generales (2) a los 75.000€ de los directores (10) no menos generales. Con el agravante de que su referente no es Rita Barberá, quien 'sólo' coló a cuatro de estos repescados en la Casa Gran. Tampoco lo son Joan Ribó, quien elevó a trece la cantidad de archipámpanos de las Indias porque eran más a repartir, ni MªJ Catalá, quien dio por buen la herencia recibida en punto a asesores y mandamases antes de que Mazón se pusiera rigorista; cuatro lleva nombrados ya, si no me he descontado. El modelo a imitar es Málaga. Barcala aspira a equiparar -desconfíen de quien conjugue este verbo- «la estructura administrativa alicantina» a la de Málaga por una razón sumamente humana. El regidor malacitano abrió esta oficina de colocación de directivos como a él le gustaría inaugurar la suya: A lo grande. Creando doce altos mandos más para abrir boca. A fin de situarse unos años después en los 25 con que cuenta la capital malagueña en vísperas de lograr una nueva marca. La implantación de otra canonjía imprescindible: la dirección general de coordinación de distritos, huelga advertir que tan de libre designación como las anteriores. Algo que la oposición -Vox incluida- desaprueba. Pero no por el dispendio que supone sino porque Barcala no ha contado con ella.
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