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Un colega me comenta que la publicación del libro de Ximo Puig 'Una idea d'esperança' es la confirmación de que el presidente en funciones ... todavía no se ha recuperado del golpe que sufrió el 28M. Disiento y así se lo hago saber. Si el revés de derechas que sufrió le hubiera dejado aturdido no se habría apresurado a colocar de senadores a Alfred Boix y a Eva Redondo y de diputadas a Toñi Serna y a Carmen Martínez. Y no habría exigido la vicepresidencia de las Cortes para Gabriela Bravo. Se repuso tan deprisa y tan hambriento de poder que no tardó en hacer correr la voz de que aspira a ejercer de diputado y de senador territorial para de este inaudito modo crear un Consell en la sombra, disfrutar de una tribuna en Madrid que le permita continuar ejerciendo de solista en el concierto nacional y prolongar su mandato más allá de lo razonable. ¿Aunque con ello aboque al PSPV a un periodo de conspiraciones y magnicidios como los que caracterizaron a la monarquía visigoda toledana? Aunque con ello caiga en lo que el historiador JMª de Francisco Olmos llama la «detestable costumbre de los godos de dar muerte a sus reyes» y de que éstos se defiendan a su vez haciendo lo propio con sus rivales. Un periodo de nuestra historia que para los setabenses chauvinistas como yo no fue tan oscuro y turbulento como para los demás porque Xàtiva fue sede episcopal y ahora sólo lo es nominalmente; el actual titular de la diócesis de Saetabis es, por cierto, el obispo auxiliar de Buenos Aires Joaquín Mariano Sucunza. Convénzanse, pues. A Puig no le quita el sueño el 'morbo ghotico'. Sabe que está bastante más baqueteado que los blandengues que le precedieron en la secretaría general del PSPV: Joan I. Pla, Joan Romero y Jorge Alarte. Y que no tendrá que superar cuatro conjuras consecutivas como el rey Recaredo para consolidarse en la oposición. Ni necesitará desterrar, cortar la mano derecha y mucho menos decalvar -rapar y por tanto humillar- a sus rivales, como acostumbraban a hacer los visigodos. Porque Bielsa bastante hará si consigue que Jorge Rodríguez no reclame para sí o para su actual partido la presidencia de la Diputación a la que tuvo que renunciar al ser detenido; el PP, ya puesto a engordar a la competencia del PSPV, no se la da a Compromís, o se la quede para sí, en compensación por la secretaría 2ª de las Cortes adjudicada a MªJ Amigó. Y porque Alejandro Soler no es nadie. Con lo que no cuenta Puig es que esa forma suya de defender a la familia como si fuera Llanos Massó (Vox) le está granjeando muchos detractores estos días.
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