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Espadas

Más ruido que la mascletà

Sólo Baltasar Gracián se muestra claramente resabiado con Valencia

Jueves, 22 de febrero 2024, 00:04

Me sorprende que Borja Sanjuán (PSPV) considere que la defensa que hizo MªJ Catalá de la mascletá madrileña constituya una muestra de «antivalencianía». Pero aún me sorprende más que JC Caballero (PP) atribuya las críticas suscitadas por la apuesta pirotécnica de Almeida a la «valencianofobia». ... En principio, porque esta expresión sólo la empleaba hasta ahora la Plataforma per la Llengua. Después, por sus connotaciones xenófobas. Y, por último, porque el que no ha exagerado la nota, ha sacado las cosas de quicio o ha hecho el ridículo, aquí y allá, pero en modo alguno ha pecado de valencianófobo. La endofobia y ese autoodio que más que odio es desdén o indiferencia cultural abunda en estos pagos. Pero la valencianofobia, la que se manifiesta allende Contreras, escasea. Se lo digo yo que llevo años atento a estos rechazos. Sólo Baltasar Gracián se muestra claramente resabiado con Valencia. Para el autor de «El criticón' los valencianos son inconstantes, ligeros y casquivanos, floridos y enamoradizos, superficiales, crédulos, fáciles y «poca cosa». Cadalso, en cambio, rechaza que el clima, la tierra e incluso la alimentación hayan ablandado el carácter autóctono y afirma que «los valencianos de este siglo [el XVIII] son los que más progresos hacen en las ciencias positivas». Con la ciudad ocurre lo mismo. Para el Persiles de Cervantes, es una de las más hermosas y ricas «no sólo de España». Tynan, por el contrario, la califica de ruidosa y maloliente. Y Baroja la encuentra «tan repugnante como cuando tuve la desgracia de padecerla durante dos años y medio». Un desprecio disculpable. En el 'cap i casal' murió su hermano y hubo de soportar un tormento insufrible para él: la omnipresencia de Blasco Ibáñez. Es como el desahogo del general Elío. ¿Qué tenía que decir de quienes iban a ejecutarle? Algo que, por cierto, no ha perdido vigencia: que «no hay nada que esperar de un pueblo que aguanta que salgan como vocales de Cortes unos hombres llenos de delitos». El proverbio que recoge Fernando Díaz Plaja en 'El español y los siete pecados capitales' no mejora la valoración: «Valencia, donde la tierra es agua, los hombres mujeres y las mujeres nada». Y el refrán que recoge Vergara Marín en 'Carácter y cualidades de los habitantes de las diferentes regiones...' (1915) abunda en ello: «El aragonés tozudo, el navarro fanfarrón, el andaluz pinturero y el valenciano traidor». Pero no hay por qué enfadarse. Son habladurías. Como la que Edmondo de Amicis desmintió con creces: que el valentino era un pueblo «feroz y cruel». O generalizaciones. «¿Usted es valenciano?», le preguntó Giménez Caballero a un periodista. «Entonces es fascista, como yo». Sanchis Guarner llenó dos libros con lo que «Els pobles valencians parlen els uns dels altres». No es nada personal, pues.

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