El envenenamiento del guayacán que plantó el Papa Francisco en Bogotá tuvo su lógica. 'El Árbol de la Vida', como se le bautizó, era un símbolo de la reconciliación nacional y sufrió la ira de los contrarios al acuerdo de paz. El del ficus de ... la plaza de España, en cambio, no hay por dónde cogerlo. Sólo un loco puede haber intentado abatirlo porque no es el Árbol de Guernica ni el Magnolio de l'Estatut. No simboliza nada. Sólo es la mayor sombra que existe en ese cartabón ajardinado. La única en la que pueden refugiarse transeúntes y viajeros, tanto cuando aprieta el sol como cuando llueve porque es como una gran sombrilla. Una 'lloca' como la de Canals. Protege del sol y de la lluvia. Ampara a los fieles de la ermita, cobija el 'porrat de Sant Vicent' y difícilmente puede haberse granjeado enemigos porque no es invasivo. No se mete donde no le llaman. Únicamente ha tenido la desgracia de convertirse en objetivo de un vampiro arbóreo. El de los vampiros es el más estúpido tipo de arboricida que me salen en la clasificación que acabo de improvisar. Se caracteriza por cebarse en árboles monumentales con la vana pretensión, si ello es posible en mentes tan enfermas, de absorber su grandeza y longevidad. Es la primera vez que se detecta la presencia de uno de estos maleantes en el cap i casal. Pero no es la única en España. En 2016 secaron con herbicidas dos grandes robles en Extremadura. Después de los vampiros botánicos están los iconoclastas. Así llamados porque persiguen algo más que chupar la sabia de un ser ancestral. Persiguen derribar un símbolo o erradicar lo que pueda representar. A continuación figuran los arboricidas con cargo. Por lo general, concejales que siempre encuentran una excusa para serrar ejemplares supuestamente enfermos y/o molestos y así poder adquirir de repuesto; aunque también los hay, como el alcalde de Xàtiva, que se contentan con cortarlos. En el siguiente escalón haraganean los vulgares pirómanos, causantes pese a su ordinariez de un sinfín de incendios forestales. Y he dejado para el final a la modalidad más valenciana de todas: la que remite a Blasco Ibáñez. La alentada por un afán de venganza. A ella pertenecía el sujeto que en 2005 le taló 400 naranjos a un agricultor de Algemesí. Y el que a principios de mes decapitó 280 plantones de almendros del presidente de la cooperativa de la Font de la Figuera. Lo que no sabe el canalla que la ha tomado con el ficus es que le costará apuntillarlo. Al otro lado de la estatua de San Vicente hay una hermosa palmera. Un ave Fénix que surgió del interior del tronco de otra palmera anterior, desmochada por el picudo.

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