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El último de los desaires

Las clarisas sólo dejaron en el Real Monasterio un cuadro

Lunes, 30 de septiembre 2024, 00:26

La consigna que la Conferencia Episcopal impartió a los obispos españoles debió ser: inmatriculad. Y si dicen que dizan porque si no, no se entiende que todos comenzaran a arrogarse la propiedad de templos, inmuebles y bienes que no siempre habían pertenecido a la Iglesia. ... O eran tan claramente públicos, como la polémica inscripción descubierta ahora en Xàtiva. El hoy canónigo de la Catedral Climent Bonafé registró en 2002 a nombre del Arzobispado 8.000 m2 del Bellveret, el belvedere de la ciudad. Una superficie formada por viales y parcelas que el ayuntamiento compró a la propia Seo años antes. Y que no ha hecho más que avivar un resquemor que viene de antiguo. El clero lleva décadas adscribiéndose, vendiendo, alquilando, llevándose o desentendiéndose de cosas de Xàtiva hasta el punto que no falta historiador que asegura que no da ni la hora. Aserto que sustenta en el ancestral cuidado que el consejo prestaba al campanario. Las hermanitas cerraron el asilo sin admitir solución alguna. Las clarisas, por su parte, sólo dejaron en el Real Monasterio un cuadro, y porque era tan grande que les salía más a cuenta arrendárselo al ayuntamiento. Entre 1995 y 2005, la colegiata se anotó en su haber cuatro templos, dos ermitas, la colegiata, la abadía y, al menos de facto, una esquina de la plaza de Calixto III a guisa de aparcar. En parecidas circunstancias está para los estudiosos la iglesia de San Félix. El Gobierno la declaró monumento nacional en 1930 y nombró al primer guardés. Plaza que se estuvo cubriendo de manera oficial hasta fecha reciente, toda vez que a Felipe Garín, a la sazón director del Museo del Prado, aún le urgió el Ministerio de Cultura que propusiera sustituto, si quería, al morir el titular. Ni que decir tiene que por razones competenciales: Sant Feliu estuvo funcionando como depósito auxiliar del Museo Municipal hasta los años 40. Al actual, sin embargo, ya lo designó la abadía, que también dispuso recientemente el traslado de dos retablos a la basílica. Igual que quiso hacer anteriormente con el órgano que la Associació d'Amics de la Costera había adquirido y depositado en dicha iglesia para los conciertos que patrocinaba. El arzobispado no le cedió al ayuntamiento setabense la propiedad de las ermitas de San Antonio -cuatro lienzos apuntalados- y del Puig -una ruina situada en lo alto de un risco inaccesible- hasta 2019, 22 años después de que Salvem el Puig comenzara a celebrar sus romerías reivindicativas. Fue tal la resistencia a ceder la titularidad de este inmueble que, a diferencia de sus predecesores socialistas, Alfonso Rus llegó a negarse durante un tiempo a invertir en su restauración mientras no fuera pública. ¿Ocurrirá lo mismo ahora? No todos comparten el optimismo del alcalde Roger Cerdà.

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