Secciones
Servicios
Destacamos
La cuestión, según Humpty Dumpty, es saber quién manda en un sitio determinado. Y Juan Manuel Badenas (Vox) ha demostrado saberlo a la perfección. Anunció que el Ayuntamiento de Valencia suprimiría las ayudas nominales que concedía a CC.OO. y a UGT y mantendría las ... que recibía el sindicato patronal CEV. Y en cuanto la alcaldesa Catalá le pidió un poco de tranquilidad, rectificó y aseguró que todos los firmantes del Pacto por el Empleo percibirían este año las estrenas acostumbradas. Una claudicación doblemente humillante si se tienen en cuenta los logros alcanzados por sus camaradas en otras partes de España. Allá donde el PP no ha necesitado estas muletas para gobernar (Madrid, Andalucía y Galicia) ha mantenido e incluso incrementado las subvenciones. Pero las ha reducido donde ha precisado del concurso de Vox para poder formar gobierno. Las rebajas a los agentes sociales, sin distinción alguna entre organizaciones laborales o patronales, han sido especialmente drásticas en Castilla y León, del orden de 20 millones; considerables en Murcia, Baleares, Extremadura y La Rioja e inapreciables en Aragón, donde este año Vox se ha contentado con congelarlas. Con todo y con eso, lo más llamativo de estos acuerdos es la resignación más agnóstica que cristiana con que la CEOE ha encajado que se le reduzca el sustento en igual proporción que a los sindicatos de «extrema izquierda» (Badenas dixit). Una contemporización que contrasta, y no poco, con el calvario que la CEV le hizo pasar a Isabel Bonig, a la sazón presidenta del PPCV, por escandalizarse, un tanto temerariamente, desde luego, de que los mismos empresarios político militares que le bailaban el agua a Alberto Fabra, a Camps, a Olivas y a Zaplana se apresuraran a hacerle el coro a Ximo Puig sin guardar siquiera el duelo a los ángeles (y demonios) caídos. Por lo demás, la ocasión la pintan calva para que nos planteemos si tiene algún sentido que la Administración continúe financiándolos -30% del Estado, 60% de las CC.AA, y 10% de las entidades locales-. No porque constituyan un «gasto superfluo», como opina Vox, porque en modo alguno se puede tildar de superflua la millonada que reciben anualmente, sino porque son, mal que nos pese, la casa de tócame, Roque. Escapan a todo control, han protagonizado numerosos escándalos, disponen de otros modos de financiación, han producido más Pinos (Ford) y Lozanos que Kearneys (por la sindicalista francesa torturada) y viven en un ambiente enrarecido en el que menudean los directivos con más cuatrienios que Maduro. Por si no fuera suficiente motivo de exclusión el papel de colaboradores necesarios que han desempeñado y continúan desempeñando -la RPT de la Diputación aún desprende calor y camaradería- en la transformación de la Administración estatal, autonómica y local en un leviatán insostenible
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.