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Después de la era Gutemberg

Después de la era Gutemberg

Espanta escuchar los porcentajes de uso diario del móvil de muchos jóvenes, prácticamente niños. Se está larvando una generación anestesiada, ausente. Una generación que lleva 10 años encerrada en su móvil. Y lo que falta por ver.

FRANCESC COLOMER

Domingo, 9 de marzo 2025, 00:16

La posibilidad de participar en una columna de opinión es un privilegio. La sensación de interactuar con lectores y gente curiosa (la curiosidad ponderada es ... un atributo virtuoso), contribuye a cristalizar una pulsión profundamente humana. La comunicación. Animales sociales. Solo somos en sociedad, en la polis griega, en la civis romana, en la ciudad como metáfora de la cooperación. De ahí la política y la civilización. La genealogía de las palabras no engaña. Nos engañamos nosotros por causas que también hallan su origen en la propia condición humana. La misma que solo se entiende en sociedad. El individuo sostiene a menudo una relación compleja - a veces hasta truculenta- con la comunidad. Alcanzar ese punto de equilibrio razonable entre la primera persona del singular y la del plural, deviene en la clave de bóveda de un ideal perseguido desde hace milenios. Minuto y resultado: una nueva relación. Un tercer invitado se ha sentado en la mesa y amenaza con no levantarse. Es más, desafía con apropiarse la mesa, las sillas, el menú y los cubiertos. Por supuesto, un gorrón que no piensa pagar la cuenta. Ese tercio que faltaba por llegar y enredarlo todo se llama teléfono inteligente. Una red que enreda. En el fondo, la plutocracia que dirige las tecnológicas y al mundo, no engañan a nadie. Simplemente, han diseñado una poderosa droga de pantallas, silicio y las célebres tierras raras, que activa los mismos neurotransmisores que la cocaína o las anfetaminas. Ese es su delito. O su pecado. Lo han logrado a conciencia. Lo han sabido siempre. El mago siempre supo que era magia y estos magnates siempre supieron que su imperio se levantaría sobre la adherencia patológica al magnetismo irresistible de un truco ideado para caer y permanecer. Enredados. Atrapados. Sometidos y fidelizados. Esto no va de que una novela te enganche desde la primera página. Esto va de idiotizar a cantidades industriales de seres humanos. Minuto y resultado: Más celulares, más terminales de teléfonos inteligentes que habitantes vivos en el planeta. Las horas de conexión de adolescentes, jóvenes y la creciente dimensión intergeneracional del fenómeno no entiende de confines. «Nuestro principal enemigo», llegó a afirmar un conocido directivo de una tecnológica, son las horas de sueño. Es un tema de facturación. Solo la vigilia genera ingresos. Y ya no está tan claro que exista tregua en suspiro alguno. Ya lo decían en Wall Street, el dinero nunca duerme. Espanta escuchar los porcentajes de uso diario del móvil de muchos jóvenes, prácticamente niños. Se está larvando una generación anestesiada, ausente. Una generación que lleva 10 años encerrada en su móvil. Y lo que falta por ver.

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