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Qué nervios, en plena primavera. Qué manera de meternos miedo los unos a los otros y qué maldad, digo yo, la de los profesores que recordaban con solemnidad la trascendencia de la prueba a la que te enfrentabas, la hondura del reto de cara a ... tu porvenir… Y la necesidad de afrontar la prueba con tranquilidad y sin nervios.Hombre, pues si hay que ir al examen sin nervios… no esté usted todo el día ahí, de matraca, recordándome el propio examen y lo de los nervios. Pero era así: en lo mejor de la adolescencia, llegabas a un momento de madurez y el sistema te decía que se estaban acabando las bromas. ¿Me fallan las neuronas o tu pasaste, alguna vez, un examen que se llamaba 'de Estado'? Erasmo de Rotterdam y el humanismo. Toma castaña. El imperio español y las Leyes de Indias; hala, a disfrutar. Kant y la filosofía de su tiempo. Y entre col y col, Aquiles y Patroclo… Griego y latín. Y francés, desde luego.
Caigo ahora, muchísimos años después: no era una prueba 'de estado', para ver cómo estaba cada uno de conocimientos y destrezas. Era, si no me equivoco, una prueba del Estado Español, una prueba oficial, un acto académico-administrativo que certificaba a todos los efectos la aptitud como bachiller del alumno, o que le daba paso a la Universidad. Es decir, a cualquiera de las universidades del Estado.
Le doy vueltas a esas antiguallas viendo los apuros y agobios de los niños y las niñas que estos días han pasado las pruebas correspondientes. Y me maravilla comprender que la primera prueba de que del Estado Español quedan apenas unos escudos y banderas la tenemos aquí, entre los jóvenes que aspiran a sacar una nota de corte suficiente. Porque, si somos iguales ante la ley y lo que se está midiendo es la aptitud de una persona para entrar en el sistema universitario nacional, la pregunta es por qué la prueba no se hace a la vez, en todas las ciudades españolas y con las mismas preguntas para todos los alumnos. El mismo temario, la misma exigencia, las mismas aspiraciones… Distrito único, opción nacional: igualito que en las elecciones europeas.
No, el regionalismo lo invade todo desde que se implantaron las autonomías. Además, no juguemos con fuego: están las lenguas propias de las autonomías, que nadie lo olvide. Y por si faltaba algo, está, además, la propia personalidad y la particular autonomía de las cuarenta o cincuenta universidades españolas. Las pruebas de selectividad, como las de la diabetes o la ITV, tienen protocolos diferenciados por regiones, aunque haya un sentido nacional unívoco. De modo que los derechos elementales -tengo derecho a estudiar en la Universidad- se matizan y modulan en protocolos de diferente escala, bien ricos en matices. El humanismo también se puede ver, atención al detalle, a través de Luis Vives.
Nos apuntábamos fórmulas en la palma de la mano. Y hacíamos rollitos de papel, escritos con letra muy pequeña, con senos, cosenos y otros asuntos imposibles de memorizar. «Machado, Machado sale mucho», nos decía el profesor. Machado era España, lo español; la poesía, el exilio, el anhelo y el permanente debate interno de una nación. Lo esencial y los detalles; lo accesorio y lo fundamental. Lo que permanece y lo que el tiempo barrerá…No lo sé: a lo mejor a don Antonio Machado le hubiera gustado un examen único, una sola prueba. Una prueba de Estado. ¿Y cómo está el Estado?
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