Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo

Nadie lo ha recordado. Nadie ha ido a pronunciar un encendido discurso y a cantar sus alabanzas. Pero el caso es que el pasado 8 de junio, cuando todos estábamos reflexionando sobre el voto que teníamos que emitir al día siguiente, se cumplieron 50 años ... de la entrada en servicio del primer tramo valenciano de la autopista del Mediterráneo, novedad que en su día fue un asombroso avance del desarrollo y un gran beneficio general.Antonio Valdés y González-Roldán es un nombre que hoy apenas recuerda nadie, pero fue el ministro de Obras Públicas encargado de cortar la cinta de una obra que ponía en marcha una etapa de modernización: el primer tramo valenciano de una infraestructura gigantesca llamada a comunicar toda la costa mediterránea española, desde Algeciras a Gerona, con la red europea de autopistas de alta capacidad.

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Era un tramo pequeño, de 57 kilómetros nada más, situado entre Puzol, donde se había construido una gran instalación de peaje, hasta el sur de Castellón de la Plana. Muy poca cosa si se pensaba en lo que tenía que venir, pero era un enorme avance porque tenía cinco enlaces y estaba preparado para absorber la fabulosa cifra de 40.000 vehículos al día. Así las cosas, la prensa de Castellón y Valencia jaleó con razón que el tiempo que se tardaba en viajar de una a otra ciudad se había reducido a la mitad; y que costaba más tiempo llegar del centro de Valencia hasta el peaje que, luego, hacer el trayecto en el comodísimo tronco de la obra inaugurada.

Otro extremo que los periódicos destacamos es que el concesionario, la empresa Aumar, apenas había invertido 21 meses en culminar el proyecto, en el que había gastado unos 21.000 millones de pesetas. Aumar, vinculada al banco Central y conectada también con Dragados y Construcciones, la firma que hacía la obra, tenía por delante los trabajos de dos tramos más: el de Silla-Jeresa, que estuvo disponible en 1976, y el de Castellón- Peñíscola, que se hizo realidad para el verano de 1978. En 1985, un nuevo sector comunicó con Ondara y siguió hacia el sur una infraestructura básica destinada a comunicar las tres provincias valencianas entre sí y todo el conjunto regional con Europa, a través de Cataluña, donde también se trabajaba desde Amposta hacia el norte.

Obviamente, toda esa obra era de peaje, toda esa rapidez y comodidad se alcanzó pagando muchas pesetas, muchas veces, en muchas casetas de control. Pero la magia del desarrollo industrial, comercial y turístico de la Comunitat Valenciana de los años setenta y ochenta se hizo así, con carreteras oficiales gratuitas pero estrechas, abandonadas y saturadas, y con una única vía moderna, la autopista de Aumar, en la que había que 'retratarse' sin excusa.

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Todo eso sin contar con que, durante décadas, hubo un tramo sustancial, entre Silla y Puzol, que el concesionario no quiso abordar y que muy pronto asumió como obligación el Estado, generoso siempre con la banca. Nació así el 'by-pass', la herramienta que debía llevar la circulación por fuera del área metropolitana, un proyecto que se alargó muchos años. Solo con esa circunvalación fue posible sacar de la ciudad de Valencia el paso de muchos miles de coches y camiones que transitaban por Cardenal Benlloch y Peris y Valero, vías de conexión urbana de los accesos de Barcelona y Alicante. Un pedazo de la ciudad que todavía hay quien llama 'La Senda de los Elefantes' o 'El Semáforo de Europa'.

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