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Si hubiera que pedir perdón, ahora, en las celebraciones del 160º aniversario del periódico, sería el mejor momento. Porque un pequeño buceo en la hemeroteca ha bastado para comprobar que a la necrológica de Ricardo Wagner le dedicamos 115 líneas y a la de Carlos ... Marx bastantes menos, apenas 68. Y a lo mejor resulta que el paso del tiempo, el escrutinio de la historia, el peso específico de los dos personajes y su respectiva influencia sobre la humanidad nos está indicando, aunque sea con retraso, que nos equivocamos de medio a medio. O que el filósofo y economista ha tenido mucha más influencia en la historia del mundo y los movimientos sociales que el compositor.Los dos nacieron en Alemania y ambos vinieron a morir en 1883, Wagner en febrero y Marx en marzo. La noticia del fallecimiento del padre del Anillo del Nibelungo nos llegó por telégrafo desde Venecia y la dimos apenas cinco días después de haberse producido; la novedad de la pérdida del padre del comunismo la recibimos desde Londres, donde está enterrado, y llegó con los mismos cinco días de demora, algo normal para los usos del momento. Y es preciso anotar que, aunque a uno le dedicamos, como ya se ha dicho, más líneas que al otro, no hicimos distingos: uno y otro llevaron el nombre, a una columna, con el subtítulo de Necrología; sin más adornos, aspavientos y mucho menos grabados, que esto era un gasto reservado para ocasiones muy especiales.¿Hicimos bien o mal? Aunque parece claro que en la redacción había más aprecio, y más erudición, en torno al músico que sobre el pensador, es interesante observar que en ambos textos hubo un deliberado deseo -fruto, dijimos, de la falta de espacio y la premura-de dar un perfil de las personas antes de entrar en el análisis de sus aportaciones y obras. Más que abordar «la revolución que introdujo en la composición musical», o el estilo de la llamada «música del porvenir», quisimos acercar a Wagner a los lectores, por lo que escribimos que era grueso y lento, de «aspecto grave, casi duro», parco de palabras, aunque se expresaba muy bien en francés. De Marx, un mes después, dijimos en su necrológica, además de contar sus penalidades y su lucha constante por la vida, que era «alto y fornido»; y lo describimos con un aire «utopista y soñador», propio de los hombres «que creen llevar en sí el patrón y los elementos de una sociedad nueva». En su caso, como en el del favorito de Luis II de Baviera, las vicisitudes, las dificultades, sus fracasos, recuperaciones y tenacidad, hacían de ellos personajes singulares. De honda proyección en la historia de las gentes, la clave que les había llevado a figurar en nuestra portada.Han pasado 142 años. Y al asomarse a ese abismo de la historia que es la colección de LAS PROVINCIAS, aún me pregunto de dónde se sacó nuestro redactor que Carlos Marx tenía los ojos del color del «tabaco de España». Misterios.

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