El Gobierno saliente de Olaf Scholz (SPD) tiene un récord. Ha sido el peor valorado desde que se mide la popularidad de los ejecutivos en ... Alemania. Por diferentes circunstancias y razones, el tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales no cumplió con las altas expectativas que habían levantado en 2021 tras el fin de la era Merkel. Frente a ese escenario, Friedrich Merz (CDU), más que el candidato, era prácticamente el nuevo canciller. Un canciller en espera.
Lo lógico habría sido que como jefe de la oposición, Merz se hiciera con un resultado electoral destacable, uno que regrese a la Unión a aquellos viejos números por encima del 35%. Sin embargo, este 23 de febrero de 2025 la CDU no pudo superar el 29%, aunque lo más llamativo es que el mayor crecimiento lo consiguió otro partido de oposición. La ultraderecha englobada en Alternativa para Alemania (AfD) duplicó el resultado de 2021 al obtener más de 10 millones de votos. ¿Por qué la CDU perdió esta oportunidad histórica? O lo que es aún más importante: ¿Qué llevó al 20% del electorado alemán a optar por un partido político que es investigado por la Oficina Federal de Protección de la Ley Fundamental por sospechas de posiciones extremistas y trabajar para la erosión del sistema democrático?
Un factor fundamental para entender el crecimiento de AfD es poner la lupa en el Este del país, allí donde yacía la vieja República Democrática de Alemania. En dichas regiones, la ultraderecha ha ganado la elección con el 32% de los votos, a más de 13 puntos de su inmediata perseguidora, la CDU. De hecho, cuando se consulta a los votantes del Este sobre qué partido representa mejor los intereses de esos estados federados, AfD se ubica en el primer lugar con el 24% de las preferencias.
La ultraderecha ha conseguido construir una narrativa profundamente identitaria en el Este que se apoya en desigualdades históricas y estructurales que 30 años de Reunificación no pudieron paliar. En el Este se gana menos, la infraestructura es peor y menos desarrollada, las oportunidades laborales son reducidas y el fenómeno de la despoblación es una realidad en muchos pueblos. Además, ser del Este reduce las oportunidades de llegar a posiciones de toma de decisiones en cualquier ámbito. El autor Ilko-Sascha Kowalczuk describe en su libro 'Die Übernahme' sobre las consecuencias de la Caída del Muro la infrarrepresentación de los alemanes del Este en posiciones de relevancia, ya sea en la política, la iniciativa privada o el aparato estatal, incluyendo allí administración pública, hospitales y universidades, entre otros. Todo está dominado por el Oeste desde 1990 y allí nace un frustración que se ha trasladado a muchos sectores donde AfD consigue votantes.
La CDU, al igual que el resto de los partidos que se autoubican en el 'centro democrático' del espectro político, es vista como una fuerza política del Oeste, lo cual funciona como un obstáculo para muchos votantes decepcionados en esas regiones orientales. Esta debilidad, que durante mucho tiempo estaba oculta o al menos no había crecido a los niveles actuales, es utilizada como un arma de comunicación por parte de AfD. Los discursos de sus portavoces apuntan a exacerbar una identidad propia, a la que asocian con otros elementos de su ideología como el nativismo; es decir, un nacionalismo étnico que encuentra vasos comunicantes con expresiones supremacistas y extremistas.
El contexto de las últimas semanas de campaña con los atentados perpetrados en varias ciudades puso en la agenda la cuestión de la seguridad. Un tema que también le otorgaba a la ultraderecha otra oportunidad de posicionar su agenda xenófoba y antiimigración con la que procuran relacionar la criminalidad con los extranjeros. En dicho escenario, el resto de los partidos fueron incapaces de escapar a la lógica de AfD y volvieron a caer en la trampa: hablar solo de migración y en los términos que proponía la ultraderecha.
Esto no solo afectó a la Unión que perdió alrededor de un millón de votos hacia AfD, sino también al SPD que, además de obtener el peor resultado de su historia (16,4%), perdió más de 700.000 votos en favor de los ultraderechistas. En efecto, el voto de los obreros no cualificados, otrora bastión socialdemócrata, fue conquistado por AfD en un 38%, 17 puntos más que en 2021. A ello se le puede sumar el voto de los desempleados, donde también la ultraderecha se impone al resto con 34%.
Las personas en las situaciones más vulnerables del país han girado hacia una agenda nativista, con posiciones autoritarias, que posee como modelo a líderes como Viktor Orbán, de Hungría, Marine Le Pen, de Francia, o incluso aliados transatlánticos como el neo-reaccionario Elon Musk.
Asimismo, el voto de los jóvenes tal vez muestre una arista diferenciada en relación al apoyo y crecimiento de la extrema derecha. Entre los votantes de 18 a 24 años se ha impuesto el partido poscomunista Die Linke (25%), seguido de AfD (21%). Ninguno de los antes partidos mayoritarios superó los 15 puntos en esta franja etaria. Un dato que indica la búsqueda de los jóvenes por una opción alejada del 'centro democrático' que en su conjunto –es decir, democristianos, socialdemócratas, verdes y liberales juntos– apenas sumaron el 40% de los votos en ese grupo.
No obstante, si dicha franja etaria es observada según el género, la imagen se modifica. Mientras que los hombres de entre 18 y 24 años se inclinan mayoritariamente por AfD (27%), las mujeres optan por Die Linke (35%). Son números que generan preguntas sobre la capacidad de la ultraderecha de ampliar su electorado. Evidentemente, el discurso antifeminista obtiene réditos entre ciertos sectores de la juventud masculina, pero a la vez genera un profundo rechazo entre las mujeres jóvenes. Un efecto que también se observa a nivel general pero con menos fuerza que entre la juventud.
Pese a no haber logrado la meta de superar el 30%, Friedrich Merz será muy probablemente el próximo canciller. Tendrá que pactar una coalición con la socialdemocracia y con ello tratar de cumplir su promesa de devolverle a Alemania un rumbo claro, una economía fuerte, un desarrollo de infraestructura acorde y, con ello, la oportunidad de impedir los atropellos de Donald Trump, las presiones de China o la extorsión rusa. Tarea nada fácil y que conlleva una presión extra. Porque tanto Merz como los socialdemócratas son conscientes de que volver a decepcionar, como lo hizo el Gobierno saliente, establecería las bases para que la ultraderecha esté un poco más cerca de llegar al poder.
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