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Tras la caravana del circo, que ya abandonó la ciudad de Valencia la noche del pasado sábado, por fin empezamos a recuperar la normalidad. Del ... Valencia-Real Madrid me quedaré con lo normal: el comportamiento de Mestalla, el Vinícius provocador y el rendimiento del equipo frente al líder de la Liga. Han leído bien: he dicho 'lo normal'. Porque, respecto a las tres cosas citadas, pasó lo que todos podíamos esperar: Mestalla es un estadio temible pero impecable, Vinícius es tan buen jugador como impresentable como persona y el Valencia del Pipo estuvo a la altura del partido. Como, de las dos primeras cosas habrán leído y escuchado ya todo tipo de opiniones, me gustaría centrar el tiro en lo que nadie habló: el fútbol. El Valencia se puso 2-0 ante el Madrid -cosa que no había hecho nadie en todo el año- y pudo ganar hasta el final. Fue otra de esas batallas de dos grandes frente a frente en igualdad de condiciones. Lo que pasa es que, lo que en el campo fue un pulso de poder a poder, no refleja la realidad entre clubes.
El Madrid es un gigante arrollador por plantilla y presupuesto mientras estamos ante el Valencia más diminuto de la historia. Y no se notó nada sobre el terreno de juego. Impresionante. Y, al habitual sacrificio y pelea hasta la extenuación, el sábado el equipo sumó táctica a la batalla. Baraja sacrificó el equilibrio de Guillamón a cambio de la presión y transiciones de Javi Guerra. La idea general desarboló a un Madrid incapaz de detectar el problema en toda la primera parte. Eso provocó errores que el Valencia aprovechó para ponerse 2-0. El plan de partido llevó al resultado. Y, además, Guerra ejerció por primera vez de mediocentro como lo quiere Baraja, haciendo de Guillamón sin balón y de Guerra con pelota. Fue su mejor partido en ese puesto. Quizá está empezando a entender el oficio. Gran noticia. Y, si al nivel del Valencia le sumamos el abanico de rivales, hay motivos para el optimismo. El Betis perdió y tiene que pasar por Mestalla; la Real se ha caído estrepitosamente y no se sabe donde está el final del precipicio; Las Palmas parece al límite de su excelencia y tengo dudas sobre Osasuna, que poco a poco asoma la cabeza y que no descarto en la fiesta final.
No les he nombrado al Getafe de Bordalás, próximo visitante en Mestalla. También pulula cerca de la zona noble y, si quiere soñar con algo más que la permanencia holgada, tiene que ganar en Valencia. Partido muy importante para los che porque estos son los que te dan o quitan objetivos cuando el curso termina.
Será un día especial para el último entrenador que llevó al Valencia a una final de Copa. Tan cercana como tristemente recordada: Sevilla 2022. Bordalás regresa por primera vez y debe ser de esa manera recordado como merece.
Sus números en aquella Liga fueron de despido en la segunda vuelta pero de Champions en la primera. Teniendo en cuenta que llegó a la final de Copa y luchaba contra Peter Lim, Anil Murthy y compañía, merece desde luego un aplauso y el reconocimiento.
Y algo que a veces se nos olvida: Mamardashvili explotó con él... porque le puso él. Hugo Duro explotó con él... porque le trajo él. Guillamón es mediocentro titular con el Pipo... porque se lo inventó él. Y Foulquier es hoy indiscutible e impresionante... porque él pidió su fichaje.
¿Lo habían pensado? Podemos discutir su juego, su talante, su discurso... pero casi la mitad de los titulares hoy son activos muy valiosos nacidos de su mano. ¿Cuánto vale eso en este club de miseria de destrucción? Denle las gracias a papá.
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