El 29 de octubre ha quedado ya marcado en el almanaque de nuestras vidas. Un día en el que, de nuevo, lluvias desbocadas y riadas abrieron en canal nuestra tierra. En este caso, para escribir con agua el episodio más dramático de la Comunitat. Un ... acontecimiento trágico que alcanzó unas dimensiones que nadie pudo ni vaticinar ni sospechar. Que nadie imaginó que nos iba a destrozar de esta forma tan cruel y que, además, se iba a cruzar con incompetencias y negligencias que iban a agigantar las huellas del desastre.
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Con la perspectiva de los días, aunque es todavía imposible distanciarse y reflexionar sin que la emoción te encoja el estómago, tenemos la sensación de haber sido testigos directos de una desgracia de tal dimensión que va a ser imposible despojarse de ella durante mucho tiempo. Quizá, de por vida. Todos recordaremos qué hicimos aquella noche de pánico e incertidumbre. Y todos recordaremos, aquel amanecer devastador donde todo hablaba de dolor, angustia y destrucción.
«Va a ser muy duro», nos anunciaron aquella madrugada. Y, en efecto, durante esas tensas horas contamos que había personas refugiadas en los altos de camiones; que autobuses de la EMT recogían a ciudadanos en shock deambulando por la carretera; que seguían desalojando a vecinos de sus casas; que la alerta móvil llegó tarde, muy tarde... Y que iban a haber muchas víctimas mortales. Esa noche, comenzamos a preguntarnos muchas cosas que algún día deberán ser aclaradas. Por justicia.
Desde aquel martes fatídico, no hemos dejado de informar -entre urgentes demoledores y titulares desgarradores- sobre lo que ha supuesto ese tremendo hachazo para nuestra región. Lo hemos hecho -confieso-, con la sensación de que nuestro trabajo fue, es y será siempre insuficiente. Porque la catástrofe tiene una dimensión tan colosal que nos ha sido imposible abarcarla como merecen sus víctimas. Pese a ello, nuestro propósito, nuestra aspiración, fue y sigue siendo llegar a todos los damnificados y a todos los lugares afectados: ser la voz de aquellos que gritaban auxilio y nadie les escuchaba; estar junto a quienes el mundo se les desmoronaba y necesitaban que todos lo supieran; acompañar a quienes habían perdido a su ser querido; denunciar que había pueblos a los que la ayuda no llegaba... Ese es, en efecto, nuestro objetivo. Pero, desde la impotencia y con humildad, pedimos perdón. Perdón porque es imposible enfrentarse a esa eclosión climática como sus damnificados lo merecen. Perdón, si nos esperaban y llegamos tarde. Perdón, si no gritamos lo suficiente ante tanto drama desbocado. Perdón, incluso, por aquellos periódicos que no pudieron llegar a los kioscos aquel fatídico amanecer del 30 de octubre. Perdón, si en algún momento no hemos estado a la altura; aunque les aseguro, eso sí, que cada uno de los trabajadores de esta casa, que desde hace ya casi 160 años es parte de la historia valenciana y es puro ADN de esta tierra, ha dado lo mejor de sí. Les aseguro que hemos entregado lo mejor de nosotros para contar qué pasaba, cómo y por qué. Hemos intentado -y seguiremos haciéndolo- ser, por encima de todo, un canal de servicio para prestar ayuda a quien la necesita; hemos intentado azuzar a las administraciones -todas, sin excepción- para que reaccionaran con premura; hemos denunciado las negligencias y a quienes las han cometido, con serenidad y sin estridencias, ni toxicidades; hemos alertado de los retrasos de las ayudas y el abandono de las zonas afectadas; hemos dado voz a los alcaldes cuando pedían auxilio; hemos intentando consolar a los damnificados, aunque fuera con el simple hecho de estar junto a ellos donde el barro lo anegaba todo; y hemos puesto en valor las historias de esperanza y resiliencia que emergían entre la desgracia. Historias a las que nos hemos ido agarrando como un pequeño atisbo de luz que ilumine el mañana.
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Hemos sido respetuosos con las víctimas -lo hemos intentado de corazón-, hemos querido transmitir cariño a nuestra tierra y a nuestros vecinos y hemos hecho, en definitiva, lo que sabemos y debemos hacer: periodismo cercano, riguroso y vivo. Y si hemos fallado en algo, reiteramos nuestra disculpa. Porque nuestra única obsesión, se lo podemos decir bien claro, es respetar el duelo -porque también es nuestro dolor-, y ayudar a revivir esta tierra y contribuir a levantarnos, con todo el ímpetu y la fuerza. Porque la gran Valencia debe mirar al futuro con esa unidad y esa solidaridad que caracteriza a nuestro pueblo. Con la intervención de todas las Administraciones, porque es su deber y cometido, pero con la implicación y la ejemplaridad de una sociedad única, como la valenciana. Esa a la que debemos darle gracias. Gracias a voluntarios de aquí y toda España, a las fuerzas de seguridad, a los bomberos, a la UME, a los psicólogos, a las ONG... Gracias a nuestra juventud, con una actitud modélica ante esta historia de dolor. Y gracias a los lectores -a los de siempre y a los que se han ido sumando a nuestra propuesta informativa-, porque sentirles cerca nos ha servido para reafirmarnos en una idea: que el ejercicio del periodismo, en especial el local, cobra todo su sentido en momentos críticos como los que hemos padecido. Un bien imprescindible que hay que mimar porque, más allá de líneas editoriales, hablamos de hechos y realidades. Y no hay otro altavoz igual. Un altavoz, como dice nuestro manifiesto fundacional, que quiere ser «la voz de los que callan».
Gracias a cada uno de los periodistas de esta casa por lo que ha hecho. Les aseguro que es conmovedor. Merecen respeto y reconocimiento, aunque les suene extraña esta reivindicación en medio de tanta devastación. Pero toca decirlo. Ser agradecidos con ellos. Y con periodistas de otros periódicos de Vocento o de nuestra redacción en Madrid que vinieron a sumarse al trabajo ingente que estábamos haciendo. Gracias al resto de medios de comunicación nacionales y autonómicos porque cada uno, desde su ámbito y perspectiva, han contribuido a demostrar la importancia de la buena información. De ese periodismo que se convierte en el mejor antídoto ante la oleada de desprestigio y polarización que se quiere verter, por algunos intereses espurios, hacia los medios. Gracias por demostrar que, en medio de la desinformación y las dificultades para acceder a los hechos y a los datos, se puede informar con rigor, sensibilidad y compromiso con esta tierra.
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El nuestro, nuestro compromiso, es seguir esa senda. De hecho, durante todo un año y desde hoy mismo, quedará grabado en la cabecera un lema: «No os olvidamos». Vamos a estar recordando a quienes se fueron; dando la voz a los afectados; denunciando irregularidades y promesas incumplidas; fiscalizando la acción de gobierno; siendo cómplices de la reconstrucción, e intentando ser agentes dinamizadores del revivir de Valencia y su provincia. Estamos y estaremos. Confíen con nosotros. Porque somos sus vecinos. Somos Valencia.
Es viernes, 29 de noviembre. «Hay dos formas de difundir la luz: ser una vela o un espejo», escribió Edith Wharton.
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