La 'Araña infernal' y los silbatos protagonizan un disparo de lo más original

El triunfo de Jaume Masià en Moto 3 ha sido la demostración de que el tiempo pasa. De que vienen detrás apretando y te piden ... el relevo aunque tú no quieras o no te hayas dado cuenta de ello. Y que eso suceda es, además, una gran suerte. Porque garantiza que los logros obtenidos se mantendrán o, incluso, mejorarán. Una gran dicha, en este caso, para el motociclismo y para la Comunitat, que vuelve a tener un piloto en la cima. Pero además, porque debe ser un extraordinario motivo de orgullo que quien te tome el relevo mejore lo hecho por ti -en cualquier ámbito de la vida-. Porque mejora algo a lo que quieres, con lo que estás comprometido: un deporte, una empresa, una ciudad o una ideología. Quien no lo sienta así, quien no tenga ese punto de generosidad al dar el testigo, quizá esté padeciendo exceso de 'ombliguismo', fiebre de ego o ceguera total. Algo que puede suceder porque él mismo o los suyos no vea o no le dejen ver la realidad. Una situación que puede llevar a uno, tarde o temprano, a un abismo personal. Porque, ensimismado en su mundo virtual, de un zarpazo pueden hacerle ver que su tiempo pasó sin haber sabido adaptarse a su nueva realidad.

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La directora general de Helados Estiu, María José Félix, mantiene hoy en una entrevista en el periódico, que el principal reto al que se enfrenta una empresa familiar de cuarenta años es «encontrar un sucesor que mantenga su legado». O sea, saber dar el relevo y hacerlo -añado- a tiempo y acertando a quien. Como el apreciado empresario Federico Félix lo supo hacer con su hija. Y como sucede a diario en cualquier ámbito de la vida y con cualquier ciudadano. Porque en todo momento es importante saber cuándo toca dar un paso al lado y dejar que sean otros quienes abanderen la travesía. Saber dar el relevo pensando en lo que es mejor para la entidad u organización a la que representas y hacerlo intentando que, quien te suceda, se encuentre todo fácil para mejorar los objetivos. Esa actitud será la mejor muestra de responsabilidad, ética y compromiso que se pueda transmitir. Porque, en verdad, no importas tú; importa la empresa, partido, institución, ciudad... a la que representas y perteneces.

Un ejemplo de saber entregar el testigo, lo hemos visto estos días en la Asociación Valenciana de Empresarias y Profesionales (EVAP), donde su presidenta Eva Blasco ha dado el paso a Marta Iranzo. El trabajo que ella y su equipo han hecho estos últimos años para promocionar la entidad ha sido ingente y talentoso. Y lo ha sido porque ella, Blasco, ha batallado por esos objetivos y ha logrado, más allá de los focos, saber cuál era su misión. Y lo ha demostrado hasta el final, porque también ha sabido decir basta. Quizá porque tiene otros horizontes y objetivos. Y hará bien. Pero ahí radica el acierto. Ahí se encuentra su alto nivel de responsabilidad. Porque ella, a buen seguro, está llamada a tener mayor protagonismo en la esfera empresarial, quizá en la propia confederación valenciana (CEV). Tiene aptitudes para lograr lo que quiera.

Félix mantiene que el reto de una empresa familiar es «encontrar un sucesor que mantenga el legado»; lo mismo ocurre con todo

De hecho, dentro de las propias instituciones empresariales o de los propios sindicatos, de entidades culturales o sociales, quienes las lideran deben saber que sus cargos no se pueden asumir como vitalicios. Incluso que es bueno, para ellos y para la entidad, facilitar la renovación y el relevo. Progresar y adaptarse a los nuevos tiempos. No se puede ser un muro de contención al progreso y la evolución de una entidad. Ni tampoco, por ejemplo, en un partido político. (O en un ministerio, como pretendían en Podemos puño en alto).

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Puig opta por resistir pero debería evitar viejos fraticidios y saber que un Sánchez crecido no va a renunciar a tutelar el PSPV

Lo vemos estos días en los que se ha abierto definitivamente el melón de la sucesión de Ximo Puig al frente del liderazgo del PSPV. Un hecho lógico que sucede fruto de la pérdida de las elecciones, por mucho que al ex presidente le pese. De hecho, el ahora senador autonómico, debe estar en estos días sumido en un mar de dudas e imagino que tiene todos los escenarios sobre la mesa. Porque en su cabeza debe pesar mucho pensar que con sus 64 años podría hacer mucho más; que su derrota fue injusta porque su gestión estaba avalada por los valencianos en las encuestas y que su partido le respeta, a pesar de que la pérdida de poder siempre abre fisuras. Pero siendo todo ello cierto, también lo es que la incertidumbre es una gran enemiga, que puede azuzar viejos fantasmas y desatar las guerrillas internas. Y, además, que cada momento tiene sus peculiaridades y particularidades. Y el suyo, ahora es otro. Facilitar ese relevo -que no implica descolgarse de la vida política- y hacerlo sin interferir y de manera que pueda seguir aportando a su partido y a la propia Comunitat -con su talante y experiencia- parece a simple vista lo más indicado. Aunque, cada cual sabe qué camino debe emprender. Lo único que sí debe tener claro que su postura no puede desencadenar en el seno de su partido viejos fraticidios. Y también debe saber que Pedro Sánchez, insaciable y crecido, no va a renunciar a controlar el PSPV.

Sea como sea -entrando a rematar-, en el caso de Puig, como en el de cualquiera que deba tomar una decisión trascendental para su futuro, es importante ser sincero consigo mismo y actuar con los pies en el suelo. Decía el controvertido Charles Bukowski: «siempre fui una buena compañía para mí mismo». Y es cierto que esa es una opción para reflexionar en los momentos más complejos. Pero también lo es estar rodeado de gente con la que confías de verdad, que no tengan más interés que ayudarte y no dependa su futuro de ti. Renunciar a cosas que han sido nuestra vida, nos llenan y satisfacen, se hace duro. Sólo puede ser llevadero hacerlo teniendo al lado a quien nunca te falló y sacando de uno mismo el don de la generosidad. Ese que acabará demostrando tu verdadera grandeza.

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Es domingo, 26 de noviembre. Estas dos citas del gran Charles Chaplin para terminar. Una: «ríe y el mundo reirá contigo; llora y el mundo, dándote la espalda, te dejará llorar». Y dos: «el tiempo es un gran autor, siempre da con el final perfecto».

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