El expresidente de la Generalitat y actual embajador de España ante la OCDE, Ximo Puig, al ser preguntado hace unos días sobre si dimitiría si ... él fuera José Luis Ábalos tiró la piedra: «Yo sé lo que haría». Al echar la vista atrás, de la experiencia vivida se concluye que se hubiera quedado en el cargo, igual que ha hecho el exministro, que se ha anclado en el grupo mixto del Congreso de los Diputados. Ábalos ha sido expulsado por su partido, el PSOE, pero se ha encajonado en su escaño porque el acta y el sueldo es personal e intransferible. Al inventor del sanchismo se lo ha llevado por delante una trama de compras millonarias de mascarillas, de la que su asesor de confianza en la etapa ministerial, Koldo García, parece pieza importante en la operación. A Ábalos, al que nadie ha detenido ni investigado pero el juez señala como «el intermediario», le ha salpicado el caso como quien salta en el charco de la corrupción. Varias de las compras millonarias dependen de Adif y de Puertos del Estado, bajo el paraguas ministerial del socialista valenciano en ese tiempo en el que era más que la mano derecha del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. La retahíla de peticiones de generales y cabos chusqueros del PSOE recordaba a aquellas declaraciones del popular Esteban González Pons, en su condición de vicesecretario de Comunicación del PP, que el 9 d'Octubre de 2009 acuñó la celebre frase «la fiesta termina a las cuatro» para mostrar la puerta de salida al entonces presidente, Francisco Camps, y, en especial, al que fuera secretario regional, Ricardo Costa. El tiempo y la justicia han confirmado que de aquellos barros no quedaron muchos lodos. Volviendo a Puig, el expresidente dijo que sí sabría lo que haría para dejar a los pies de los caballos a un paisano y compañero con el que nunca estuvo bien avenido. La memoria es corta, y lo que el presidente de la Generalitat no hizo es dejar su cargo el mismo día que la Comisión de la Defensa de la Competencia impuso una multa de 16.801 euros a su hermano Francis Puig por amañar varios contratos públicos de À Punt junto a otras productoras de televisión. Un trampa que denunció la propia cadena pública y donde nadie del Consell se dio por aludido y que cerró filas alrededor del Botánico para que no se descosieran unas costuras que luego el caso Oltra hizo saltar por los aires. Alguien podrá decir que los millones de Koldo no tienen nada que ver con los euros de Francis, pero en política la estética es mucho más importante a veces que todo lo demás, especialmente cuando Francis Puig y sus socios no dejaron de recibir miles de euros en subvenciones durante años gracias «a la mierda del valenciano». No hay que olvidar que incluso intentaron que un cantante guineano llamado Madjulis versara en valenciano para engordar el saco de las subvenciones públicas. En política todos saben lo que harían pero cuando llega el momento la norma es una amnesia sorpresiva.
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