El asunto de la comida del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, con la periodista Maribel Vilaplana en la tarde de la dana me tiene ... fascinado. Ayer conocíamos un nuevo capítulo, que no es otro que el Consell no puede aportar la factura del almuerzo en un conocido restaurante de la calle Bonaire porque Mazón estaba a mesa y mantel como líder del PP valenciano y, en ninguno de los casos, como máxima autoridad de la Comunitat Valenciana. Mazón es como Mortadelo, ya que puede disfrazarse políticamente de lo que más le guste en función de sus intereses. Hoy, presidente; mañana, líder del PP. El área de Presidencia ha desestimado la solicitud del PSPV para conocer a cuánto había salido la tarde en El Ventorro porque Mazón no fue como el líder de todos los valencianos sino sólo de los que le votan. El PPCV, como partido, no tiene que rendir cuentas sobre en qué se gasta el dinero de sus afiliados aunque reciba una importante subvención vía presupuesto de la Generalitat. Entre tanta opacidad, desde esta ventana aporto una tercera vía que, si al afectado le interesa, puede proyectar toda la luz en este caso tan oscuro. En realidad, Mazón debería haber acudido a la comida con Vilaplana como líder del grupo parlamentario del PP en Les Corts que, al final, es el que habría propuesto a la periodista como directora general de À Punt, que es el tema que al parecer se trató en la comida. De ser así, la factura del restaurante debería haber corrido a cargo del grupo popular, que ingresa cada mes una suculenta aportación de Les Corts para cubrir sus gastos de funcionamiento, por lo que la comida se pagó con dinero parlamentario y el PP está obligado a rendir cuentas de lo que hace con el metálico que le da la Cámara. Ni Consell ni PP, la solución está en Les Corts. A cada explicación que pasa, al presidente del Consell y líder del PPCV, se le indigesta más la comida. Un asunto que hubiera solucionado en un segundo si hubiera rendido las cuentas, las políticas y las de la factura ventorril. Nunca un silencio hizo tanto ruido, y nunca unas explicaciones, como las de una tercera voz en nombre de Vilaplana, sembraron tantas dudas. La persona que emergió como portavoz autorizada, ese llamado entorno que nos encanta a los periodistas, aseguró que en la mesa sólo había una botella de vino y que la charla no se regó con gin-tónics, como si 75 centilitros de tintorro no fuera una cantidad fuera de agenda. Y que del rechazo a la oferta para dirigir À Punt se pasó a técnicas de oratoria, porque la periodista es especialista y Mazón siempre quiere aprender. Al acabar la cita privada, el entorno aseguró que Vilaplana llamó esa misma tarde al líder del PP (o presidente de la Generalitat) para que fuera discreto y no la metiera en las aguas de la dana, y que por eso Mazón calló durante tanto tiempo. Este es el cabo suelto: ¿cómo sabían ellos minutos después de la comida la que se iba a liar si Mazón no era consciente de la que se le venía encima? Misterios de sobremesa.
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