El 3 de febrero de 2016, el Valencia CF se presentó en el Camp Nou para jugar el partido de ida de las semifinales de ... la Copa del Rey con la esperanza de dejar abierta la eliminatoria para la vuelta en Mestalla. El Barcelona cerró de un portazo aquella ilusión con cuatro goles de Luis Suárez y tres de Messi (7-0). El entrenador de aquel Valencia era el inglés Gary Neville, un buen futbolista y un técnico pésimo, amigo de Peter Lim y una solución de urgencia tras la destitución de Nuno Espírito Santo.
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Hace unos días, Neville reconoció que el cargo de entrenador del Valencia le vino grande, que no estaba preparado, que aceptó el puesto por hacerle un favor a Peter Lim y que se sintió sobrepasado por la situación y ninguneado por sus compañeros de profesión –el entrenador del Barcelona, Luis Enrique, no le estrechó la mano al final del partido para hacerle ver que era un intruso en la élite–. Aquel triste día de febrero tiene una intrahistoria que no era más que la crónica de una goleada anunciada. El día empezó con aspiraciones porque queríamos jugar la final de la Copa del Rey. Los periodistas que acudimos al partido hicimos un bote para apostar por la victoria del Valencia –a los 12 minutos, con el segundo gol de Suárez, le dije a mi compañero Eduardo Esteve que nos olvidáramos de la apuesta– y nos volvimos a casa con una sensación de decepción y vergüenza.
Aquel partido le importaba un bledo a la propiedad y al técnico del Valencia. Allí, en el hall del hotel Rey Juan Carlos I la falta de autoridad era más que evidente. Un detalle sirvió para enmarcar la tragedia. Wilfried Zahibo era un mediocentro francés que estaba en la convocatoria tras subir desde el filial. El último de la fila en aquella expedición. El chico, que de debía estar en su habitación concentrado para el partido –nunca más tuvo la oportunidad de jugar en el Camp Nou–, prefirió bajar al hall del hotel con unos colegas para pasar allí toda la tarde, sin el descanso que exige la semifinal de una Copa del Rey ante el Barcelona. Si Zahibo, el último pasajero, hacía lo que le daba la gana, imaginen al resto. No había control. ¿Y dónde estaba Gary Neville? Pues en El Corte Inglés. Allí se pasó el inglés la tarde junto a su hermano, Phil, y demás familia. De compras y jarana. Y volvió justo al hotel, poco antes de que saliera la expedición hacia el Camp Nou, cargado de bolsas del centro comercial, sonriente y sin el peso de la responsabilidad.
El resto quedó para la historia. El Valencia de los Siqueira, Aderlan y Danilo recibió una derrota durísima ante un rival en el que Messi y Suárez jugaron todo el partido. Luis Enrique, como el propio Neville experimentó y reconoció, quería machacar la falta de profesionalidad. En abril, el Valencia volvió a Barcelona con Pako Ayestarán en el banquillo. El vasco fue muy criticado pero que nadie olvide que ganó (1-2) en el Camp Nou para salvar al Valencia del descenso.
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