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Mónica Oltra y su equipo han quedado exonerados de toda responsabilidad en el caso de la gestión política del abuso sexual del exmarido de la ... consellera a una menor en un centro tutelado. El auto del juzgado de instrucción número 15 de Valencia no deja dudas: «No hay indicios de delito». Un caso hilado por conjeturas, elucubraciones y sospechas. Indiscutible. No hay más. Echando la vista atrás, Oltra, que en aquel momento era la vicepresidenta del Consell, fue víctima de un tsunami político que nunca tuvo en cuenta la presunción de inocencia. El fin de aquella fiesta en el cauce del río no fue otro que la dimisión. Renuncia y a buscarse la vida. Sin cargo y sin sueldo. Y por el camino, declaraciones, renovaciones y un cambio de gobierno. Si la Justicia con mayúscula dictamina que no hay nada más que investigar, a la Justicia con mayúscula hay que creérsela. Sin peros, porque tras un auto judicial no caben los peros. Con la misma fe que hay que tener en los cinco años de condena al educador y abusador sexual, por muy familia que sea y por muy en tela de juicio que pongan el testimonio de la víctima. Oltra, aliviada y reconocida, con muchas o pocas ganas de volver, ha probado, y esta opinión es tan discutible como lícita, el brebaje que ella misma preparó una mañana en Les Corts Valencianes con la camiseta del 'wanted' de Camps. Aquel pleno cambió la política valenciana. A partir de ese momento se instauró un todo vale que prejuzgó y juzgó a cada político o política valenciana sin siquiera pasar por el banquillo. La imputación, que no es más que el derecho a defenderse, se transformó en una pena de muerte política, y por ahí fueron limpiados a garrote vil cada cargo que recibía la notificación de investigado. Hubo gente declarada no culpable que hasta se arruinó, que dio el último euro de su cuenta corriente para demostrar una inocencia vapuleada desde la tribuna política. Otros lo pagaron mucho más caro, como es el caso de Rita Barberá, despreciada por los suyos, escracheada en su casa -como Oltra después- y sin la oportunidad para vivir el resto del relato. Aquellos barros trajeron después actos de desagravio con placas en puentes de escaso consuelo. Antes, la política hubiera esperado a que un juez dictaminara sobre las responsabilidades de Oltra en un caso que ella juró y perjuró que desconocía. El tiempo le ha dado la razón pero no se le dio la oportunidad de la inocencia de la misma manera que antes nunca la dio ella. Sin sentencia, todo el mundo es no culpable mientras no se demuestre lo contrario. Otros, en cambio, han pagado. Y por la cárcel han pasado tipos como Rafael Blasco y Carlos Fabra, y otros han entrado en situación provisional, como Eduardo Zaplana y Rafael Rubio, que aún están a la espera de que se resuelva lo suyo. Desde febrero de 2009, cuando explotó Gürtel, se han vivido tantos calvarios inocentes que entre todos habría que imponer de una vez cordura sin penitencia.
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