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No hay espalda que soporte 227 muertos. Mazón sigue anclado en la tarde del 29 de octubre, en la que estuvo desaparecido mientras el agua ... ahogaba y mataba a decenas de valencianos, y todavía no ha dado una explicación convincente sobre qué pasó aquel día en el que no ejerció el liderazgo que se le presupone a un presidente de la Generalitat. Desde aquel día, todo ha sido un cúmulo de pasos torpes que no han hecho que hundir cada vez más al dirigente popular en las arenas movedizas en las que se han convertido el lodo y el barro de la dana.
Ayer, de buena mañana, una torpeza más. A las 10:46 horas, la Generalitat movilizó cinco unidades de bomberos forestales para que vigilaran el caudal del barranco del Poyo. En un sólo tuit, el 112 atropelló de un plumazo toda la estrategia del Consell, que siempre ha defendido que el organismo que tenía que tener los ojos en las ramblas era la Confederación Hidrográfica del Júcar. Si la responsabilidad el 29 de octubre era del organismo que dirige Miguel Polo, ¿qué hacían ayer los bomberos de la Generalitat con la vista puesta en el Poyo?
A las 15:33 horas, demostrando aquello que cantaba Julio Iglesias y que podía tararear Marengo, el Consell tropezó de nuevo con la misma piedra y publicitó sus ojos sobre el Poyo en Paiporta, Torrent, Quart de Poblet y Picanya, además de la vigilancia sobre el Carraixet en Bétera y Vinalesa. ¿Pero quién vigila los barrancos, la CHJ o la Generalitat? El Consell mismo se delató.
Mazón ha perdido el relato. El Consell fue incapaz de argumentar el sueldo para Gan Pampols y cayó en el ridículo con el audio cortado de la Aemet, donde pisó una mina que hizo saltar por los aires la credibilidad del Gobierno valenciano. Métodos propios de otros tiempos y otros lares, sin que en el Palau entiendan que en dramas como el vivido no cabe una media media verdad. Todo ello envuelto en el caos de El Ventorro, una comida que le va a salir más que cara al presidente de la Generalitat. Primero, porque nunca dio una explicación convincente de sus asuntos y de sus ausencias; y después, por convertir la historia en un folletín que terminó a las 20:28 horas, mucho más tarde de lo esperado.
Un presidente no puede gobernar escondido, en privado, alejado, por ejemplo, del balcón de una mascletà, lugar que no puede pisar porque será sentenciado por el veredicto popular, no el de su partido, sino por el de una sociedad que clama por su dimisión. El Molt Honorable está mal asesorado, desprotegido, abandonado y prácticamente sentenciado. Cuatro meses después no hay reconstrucción que resucite a Mazón.
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