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Análisis

Irresponsables

Ni el Consell ni el Gobierno asumen la deficiente gestión de la DANA. Los primeros por inoperantes y los segundos, por dejar a los valencianos en el fango

Héctor Esteban

Valencia

Jueves, 14 de noviembre 2024, 00:09

El alcalde de Utiel, Ricardo Gabaldón, dio unas horas después de la DANA una clase magistral de política: «Yo gobierno para todos mis vecinos, los ... que me votan y los que no». Tan fácil, tan sencillo, tan resolutivo y tan aplaudido. Gabaldón, con el Magro ocupando sus calles, pidió auxilio y se puso en contacto con la Generalitat y con el Gobierno. Con los de su partido y con los que no lo son. El alcalde de Utiel ejecutó a cara o cruz. Las decisiones de Gabaldón salvaron vidas. A un político no se le debe exigir nada más que aquello que tenga al alcance de su mano, y aquel día todos hubiéramos querido tener a este alcalde de pueblo como presidente de la Generalitat o como jefe del Gobierno central. Carlos Mazón y Pedro Sánchez han demostrado desde el 29 de octubre que no siempre han priorizado el interés general y que sus decisiones siempre han tenido un color partidista con el fin de culpar al adversario político con la lista de fallecidos todavía sin cerrar. La aparente sintonía de los primeros días no fue más que una pantomima. Todavía no se han oído unas declaraciones en la que se asuma la culpa sin rodeos, sin dobleces, con la sinceridad que se le exige a un político de cara sus ciudadanos, tanto a los que le votan como a los que no. Mazón lidera la inoperancia de un Consell que ha sido anegado por una DANA a la que no ha sabido hacerle frente. Al actual Ejecutivo autonómico se le ha visto las costuras una vez se ha salido de los parámetros de Tik Tok e Instagram. Hay conselleras que no deberían estar en su puesto ni un minuto más. Una por incompetente, y la otra por insolente. Pero no sólo la responsabilidad está en el Palau porque Moncloa dejó abandonados a los valencianos en medio del fango de una DANA que también mancha la gestión de Sánchez, que ha sido incapaz de auxiliar a un pueblo con el lodo al cuello. Los blindados fueron tractores y los marines, chavales de 16 y 17 años que se mancharon las manos antes que unos militares que llegaron demasiado tarde. Nadie asume la culpa y todos buscan culpables, como los integrantes de un comité de emergencia sobrado de burocracia y falto de mando. Las calles de muchos municipios de Valencia están llenas de barro, pero en los despachos políticos el cieno rebosa por la ventana por culpa de las medias verdades, las filtraciones interesadas que tratan de confundir el Magro con el Poyo y los mensajes dirigidos a buscar un rédito político cuando en la morgue se siguen identificando a los muertos. El espectáculo político es asqueroso. Afortunadamente, entre tanta bajeza, siempre emerge un Gabaldón, que cuenta con fallecidos entre sus filas, como se suele dar en las catástrofes y en las tragedias, pero nadie nunca le podrá decir que no gestionó para sus vecinos, que no aparcó sus siglas para que el bien común prevaleciera por encima de la política.

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