Al juvenil A del Inter San José le han dado un partido por perdido, le han quitado tres puntos y le han puesto una multa ... de 300 euros por retirarse de un partido de fútbol después de que un jugador del equipo rival le dijera a uno de sus futbolistas: «A mí no me toques, mono». El jugador del Inter San José es de raza negra y sus compañeros, ante el ataque, decidieron abandonar el campo y no disputar el encuentro. Con la normativa en la mano, el árbitro dio por perdido el duelo al equipo de la víctima del insulto, ya que dejaron el terreno de juego antes de que el trencilla, que sí que había parado el encuentro al activar el protocolo contra el racismo, decidiera si suspendía el partido o no. Al irse el San José del campo, el colegiado dio por terminado el encuentro y el duelo por perdido al conjunto de la víctima del insulto racista. Un proceso que ha terminado con un extra de tres puntos menos y una multa económica. El jugador rival, el que profirió el insulto de «mono», reconoció los hechos y pidió perdón en ese mismo momento. Una confesión que en ningún caso sirvió para dar marcha atrás y resolver el resultado de otra manera. La burocracia y la normativa se ha impuesto en esta ocasión al racismo, que es el gran beneficiado en todo este asunto. El Inter San José sigue peleando y apelando con el fin de evitar una sanción después de que el agresor haya confesado su insulto y haya mostrado su arrepentimiento. Hace unos días, el portero de la Real Sociedad Remiro lamentaba la mala educación, por decirlo de manera suave, que se ha instalado en los campos de fútbol, y que los primeros que tiene que dar ejemplo para corregir todo esto son los futbolistas. Los campos de fútbol base de la Comunitat Valenciana se han convertido en muchos casos en un retrete en el que padres y madres ahogan sus frustraciones personales y laborales a base de insultos, exabruptos y otros restos de casquería deportiva. No hace mucho, y harto ya de escuchar a una señora insultar al árbitro, le advertí a esta mala aficionada que el colegiado era menor -llevan un brazalete que los identifica- y que ya estaba bien de reprender al chaval. La maleducada, con un niño en brazos, siguió a lo suyo después de soltarme algún improperio. Los equipos de fútbol base son el espejo de la multiculturalidad que existe en la Comunitat Valenciana y en el resto de territorios. El deporte debería ser un elemento de integración y normalidad, de cordialidad, de aceptación, de humanidad. No ayuda que los órganos competentes, aquellos que deben velar por los valores del deporte, premien al equipo del infractor y sancionen al colectivo en el que un chico ha sido insultado por el color de su piel. El dinero gastado en mensajes contra el racismo es inútil si desde el peldaño más bajo del fútbol pero a la vez más importante no se toman decisiones ejemplarizantes para que todo esto no vuelva a suceder.
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