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El 30 de octubre de 2024 recibí un mensaje del senador socialista y alcalde de Paterna, Juan Antonio Sagredo: «Bon día, por decir algo. Muy ... bien explicado. Es flipante ni reunirse ni nada. Y ahora veremos la dimensión del desastre de verdad». La reflexión de Sagredo llegó a las 7:31 horas, poco después de que LAS PROVINCIAS publicara a las a las 2:45 horas en su web este titular: «Un mensaje de alerta de la Generalitat que llegó muy tarde». Una información-análisis que, sin saber todavía el alcance de la dana, el número de fallecidos y la magnitud del desastre, apuntaba a una clamorosa falta de diligencia en el mando único a la hora de mandar un mensaje de alerta a la población que evitara las muertes -227 personas-. La información, la primera que apuntó por qué el mensaje se envió a los móviles tarde y mal, fue el paso debido del periodismo para exigir responsabilidades a aquellos que fueron incapaces de salvaguardar la vida de decenas de ciudadanos. La información publicada por este periódico, como no podía ser de otra manera, fue replicada con todo tipo de presiones políticas, argumentos y protocolos que se demostraron fallidos, pero el tiempo ha demostrado y consolidado que esa noticia fue más que pertinente. El primer tiro certero para saber qué paso se dio durante esas horas en las que los que tienen que velar por los intereses de los ciudadanos no supieron o no quisieron adoptar las medidas adecuadas para alertar a una población desprotegida en pleno caos. En el mensaje, en el SMS que llegó tarde, está la clave de todo, como así ha determinado la jueza de Catarroja, que quiere saber cómo fueron las cosas y cómo nos las han contado. La política, que trata de burlar las preguntas de la Justicia con respuesta vagas y esquivas, parece que todavía no ha entendido que con esta magistrada ha pinchado en hueso. No habrá paz hasta que se sepa una serie de cuestiones relevantes: ¿Por qué el mensaje no se envió antes? ¿Quién estaba en el puesto de mando y quién tuvo la última palabra del envío masivo? ¿Por qué los que tiene que controlar los barrancos no evaluaron el riesgo y por qué hay ramblas ciegas sobre las que no existe ningún control? ¿Por qué había un presidente de comida y si en la sobremesa era conocedor o no de la que estaba cayendo? ¿A qué hora llegó y cuál fue su labor? ¿O si en el puesto de mando la responsabilidad era única o compartida entre Consell y Gobierno? Ya que el 29 de octubre no fueron capaces de adoptar las medidas adecuadas para salvar vidas -la catástrofe natural era inevitable- por lo menos hay que tener la gallardía de dar respuesta a esas preguntas que todavía siguen en el aire. Las familias y los afectados se merecen que del barro salga el agua clara, para que no haya dudas de nada. Todos los que presionaron aquella mañana ya saben que no hay otro camino que el de la verdad, que el de aquella noticia que dio en la diana.
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