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En la plataforma Movistar y producido por Relevo se puede ver un documental sobre José María Jiménez titulado 'Chava, el ciclista del pueblo'. Muy recomendable. ... En las vidas tormentosas casi nunca llega la calma y el final es doloroso. A la altura del personaje. Almas libres sin ataduras, desobedientes para ser leales a su forma de vivir. El Chava era anarquía, impulso y pálpito sobre una bicicleta. Tan impredecible como rebelde, siempre de cara, costara lo que costara, que casi siempre era un precio muy alto. Con tanta pureza que era incómodo para muchos de los semejantes. Un ser alejado de los mansos, tan sibilinos y traicioneros. A José María Jiménez, santo y seña de El Barraco, todavía se le recuerda como el último ciclista del pelotón español que corrió para el público, para sus seguidores y no para los directores. Eusebio Unzué, patrón del Banesto y del Movistar, señala en el documental que El Chava sería hoy un ciclista vulgar, un calificativo con el que no todo el mundo está de acuerdo. Hay gente, entre las que me hallo, que que prefiere un Chava a mil Indurains, de la misma manera que el único Tour de Perico tiene más jugo que los cinco del navarro. Nunca habrá nadie mejor que Maradona, por muchos Messi que aparezcan. Diego era la vida, con sus subidas y caídas, su vicios y virtudes, sus rayas y sus gambetas. Lionel es tan perfecto como insípido. Morante de la Puebla acaba de anunciar un nuevo parón indefinido porque la bipolaridad le hace ver fantasmas y eso, al ponerse delante de un toro, es más que peligroso. El de La Puebla del Río tiene un trastorno que le hace verse fuera de su cuerpo, no reconocerse, una caída hacia la depresión que le ha obligado a poner el punto muerto a la temporada. He ido tres o cuatro veces en mi vida a los toros pero he podido ver a Morante. He visto más arte en sus andares bajo una lluvia de almohadillas rumbo al portón de salida que en muchos de esos que se llaman artistas. A Jesús Rollán le atropelló el día después. El mejor portero de waterpolo del mundo decidió poner fin a sus días en una clínica en la que trataba de poner orden a una vida que no quería. Tran extravertido por fuera como enredado por dentro. Rollán era uno de los soportes de aquella selección, con la seguridad que da ser el último hombre, con la locura que se le presupone a todos los que tiene el larguero sobre la cabeza. Rollán era otra cosa, sin querencia por lo material -subastó una medalla olímpica en una gala benéfica- y generoso por exceso. Antonio Peñalver compitió durante toda su vida ocultando los abusos de su entrenador. A Faustino Reyes lo encumbró la plata de Barcelona, luego el olvido lo arrasó y los euros se le fueron por la nariz. Al nadador Rafa Muñoz el éxito y los récords lo destrozaron, de la misma manera que Gervasio Deferr se lanzó al vacío de las drogas, el alcohol y la depresión. Hay tormentas que no necesitan calma porque sería vivir muertos.
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