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Menos horas, más dudas: el dilema de la nueva jornada laboral
Análisis

Menos horas, más dudas: el dilema de la nueva jornada laboral

José Antonio Belso Martínez, Catedrático de Economía Aplicada

Martes, 4 de marzo 2025, 11:50

En las últimas semanas, el debate público se ha centrado en la propuesta de la Vicepresidencia Segunda del Gobierno de reducir la jornada laboral a 37,5 horas semanales sin recorte salarial. Más allá de las tensiones con la patronal y el Ministerio de Economía -que algunos interpretan como «fuegos artificiales» en un contexto político turbulento-, las implicaciones económicas de esta medida merecen cierta reflexión.

Desde la Segunda Revolución Industrial, el número de horas trabajadas ha disminuido entre un 40% y un 50%, impulsado por avances tecnológicos que han permitido aumentar la producción por empleado y mejorar la calidad de vida. Sin embargo, como advierte la OCDE, esta tendencia no ha sido uniforme. Son aquellas economías con alta productividad las que han logrado reducir la jornada sin ver comprometida su competitividad. La clave está en que las ganancias de eficiencia fruto de la inversión en tecnología compensan la menor cantidad de horas trabajadas, un equilibrio que no todos los países o sectores pueden alcanzar con la misma facilidad.

España, en este sentido, parte con una desventaja: su productividad por hora trabajada es un 15% inferior a la media de la eurozona. Las estimaciones del Servicio de Estudios de BBVA alertan de que la reducción de jornada podría elevar los costes laborales en un 1,5% del PIB, con un efecto negativo en el crecimiento y el empleo a medio plazo. La pregunta no es si la tecnología permitirá esta transición -la robotización y la inteligencia artificial lo harán inevitable a largo plazo-, sino si el tejido empresarial actual está preparado para absorber el impacto sin comprometer su viabilidad.

La Comunidad Valenciana ejemplifica este desafío. Según el INE, su productividad es un 5,9% inferior a la media nacional, lastrada por una estructura económica dominada por sectores de baja tecnología -turismo y manufactura tradicional-, que representan el 80% de su actividad. Mientras regiones como Madrid o el País Vasco avanzan hacia modelos de alto valor añadido, la economía valenciana sigue atrapada en un círculo vicioso de baja inversión en tecnología/conocimiento y escasa productividad que deja poco margen para reducir la jornada sin riesgos.

El Nobel de economía Paul Krugman lo resumió con claridad: «La productividad no lo es todo, pero a largo plazo es casi todo». Sin un aumento sostenido de la producción por empleado, reducir la jornada laboral orillando medidas de apoyo y adaptación a las empresas fruto de experiencias previas podría traducirse en un menor crecimiento económico y mayor desempleo. Más que una medida apresurada con más carga política que económica, la prioridad debería ser fomentar la inversión en capital tecnológico y conocimiento, acelerando una modernización del tejido productivo que aleje cualquier sombra ante una medida de este tipo. Algo que sigue siendo una asignatura pendiente que en estos momentos veo complicado superar.

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