Próximo martes. Pedro Sánchez comparecerá ante el juez. En Moncloa. Como testigo de las idas y venidas mercantiles de su esposa. Obligado legalmente a decir ... la verdad. So pena de incurrir en delito. Lo hará a instancia de Vox, que ejerce la acusación particular en el caso Begoña Gómez. Un asunto hediondo. Inaudito. Evidencia manifiesta de la corrupción que atenaza a Sánchez y su tropa. Aunque el Gobierno se empeñe en negarla. Insistiendo que Gómez es la víctima inocente de una persecución orquestada. Feroz. Consigna reiterada -hasta la saciedad- por todas las terminales mediáticas del sanchismo. Sin embargo, a estas alturas semejante patraña pueril no se la cree nadie que tenga dos dedos de frente. Los hechos mandan. Acusan. Son en sí incontestables. Los insólitos tejemanejes del presidente y de su mujer huelen a distancia. Mucho. Un asunto letal para el autócrata. Tanto como el varapalo recibido esta semana en el Congreso de los Diputados. Con Puigdemont echado al monte. Tumbando la reforma de la ley de Extranjería y el techo de gasto. Cuestión esta última de enorme transcendencia porque deja en el aire la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para el año próximo. Es decir, amenaza directamente la continuidad de la legislatura. Muerta ya por completo cuando ahora se cumple un año desde la celebración de las elecciones generales. Tiempo inútil transcurrido sin más sustancia que acreditar el afán de Sanchez por seguir en el poder a toda costa. Mientras, ERC lanzaba anteayer su ultimátum chantajista. Financiación singular para Cataluña a cambio de hacer a Illa President de la Generalitat. Pacto fiscal contrario de suyo al principio de igualdad. Lo mismo que supone la amnistía. Que el Tribunal Supremo acaba de recurrir ante el Constitucional argumentando que a través de ella se pretende borrar un golpe de Estado. También el Tribunal de Cuentas anuncia que tiene previsto llevarla ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Así pues, el sanchismo asediado. Aunque haya logrado formalizar con el PP el reparto mutuo de los jueces. En definitiva, España atónita. Harta de aguantar mentiras. Desvergüenza. Propaganda triunfalista. Porque las cosas no son como Sánchez las pinta. Basta ver la realidad de la calle. Esa que sufren millones de compatriotas. Impuestos abusivos. Alquileres imposibles. Empleo precario. Bajos sueldos. Precios por las nubes. Servicios públicos deteriorados. Inseguridad ciudadana creciente. La inmigración ilegal campando a sus anchas. Por eso Vox seguirá hablando claro. Siempre. En defensa de los españoles. Leal al interés nacional. Sin dar tregua a Sánchez. Firme en sus principios. Valiente.
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