Con suave Xaloc y con tendencia a Llebech, participé por primera vez en una experiencia preciosa, divertida y peculiar: la XI edición de la 'Gourmet Race Teulada Moraira'. No se trataba de competir en la mar para alcanzar la baliza ni la meta en primera ... posición. No importaba el mejor tiempo, sino el mejor plato. El premio, los premios de esta yincana culinaria sobre las olas, se otorgan a la mejor presentación y tratamiento del pescado facilitado por la organización, en este caso una Lecha o Pez limón, durante los 110 minutos que los barcos surcan las aguas del trozo de costa más bello de la Comunidad Valenciana.

Publicidad

Tan original competición me facilitó, libre de responsabilidad en los fogones y gracias a la hospitalidad y generosidad que irradiaron Esther y Vicente Llácer conmigo y con todos los polizontes que conformaban inexperta tripulación, disfrutar de un recorrido precioso y una panorámica especial entre el Club Náutico de Moraira y el Peñón de Ifach. Cala Cap Blanc o Punta Estrella, en la zona más abrupta de ese tramo de litoral, especialmente virgen hace pocos años y que, como toda la costa, se ha ido poblando, allí de forma acertada, como consecuencia de la expansión turística. Cala Baladrar con playa de rocas y piedras pero con aguas cristalinas. Cala Advocat, con su característico espigón que amaina las aguas hasta convertirlas en un diminuto lago tentador para cualquiera. Pasada la pequeña dársena del Puerto Deportivo Basetes, aparece la amplia playa de Calpe, en la cara norte del Peñón, que conforme se acerca la proa de la embarcación va agrandándose hasta hacerse enorme exhibiendo toda su grandeza y extrañando a todo aquel visionario que sólo ha contemplando su cara sur.

Como digo, un recorrido placentero y precioso. En tan fantástico escenario, los sufridos Pepín y Ximo, cocinero y pinche respectivamente, se empeñaban en lograr la exquisitez en el tratamiento del pez elegido para el concurso. Eso sí, todos nos ocupamos de que no les faltarán las exquisiteces sólidas y líquidas que nos acompañaron durante la travesía. Una travesía en la que reinó la simpatía y, especialmente, las ocurrencias continuadas, cual monologuista, de José Manuel. Simpático, dicharachero, ingenioso e incansable hasta alcanzar categoría de albórbola. Sólo le faltó tirarse a la mar en un clavado con tirabuzón. Habrá que comentárselo a los especialistas de Acapulco.

Me sentí como Neptuno, dios de las aguas y los mares, en ligero y casi imperceptible balanceo, presto a repetir en la duodécima edición si los anfitriones lo disponen. Así es la vida.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad