Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo

Un café, un americano, un bombón, uno solo tocado de ginebra (es una novedad de Vicente el paraca) un descafeinado largo y, siempre hay algún desconfiado de que le den gato por liebre que le impida dormir, un descafeinado de sobre. Ésta es una de ... las peticiones habituales cuando se juntan cinco seis, siete españoles en torno a una mesa, bien sea tras un buen yantar, una frugal colación o el típico esmorzaret valenciano, que entonces se añade el cremaet 'quemadito' porque el ron se quema para reducir su graduación alcohólica mientras se infusiona con canela en rama, piel de limón, azúcar y granos de café, al igual que se hace con el aguardiente de la queimada gallega, al que el saber popular atribuye virtudes para no estomagar y que ¡eso sí! te alegra la mañana si no el día.

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¿Por qué esta heterogeneidad a una hora tan compartida e idónea para las confidencias y el asueto? No lo sé y nadie me ha dado una explicación a pesar de haberla solicitado en multitud de ocasiones y, cada domingo, en el caso de mis cuates de Rocafort, con los que me reúno semanalmente y cuyos integrantes somos jubilados en casi su totalidad y que, como afirma Pascal Bruckner «sabemos mejor que antes lo que vale la pena conservar, aquello en lo que se puede tener esperanzas y lo que es poco razonable codiciar».

Me quedo con esos siete tipos de café porque es una petición usual correspondida con naturalidad y precisión sorprendentes por la ajustada memoria del profesional hostelero, no así por el neófito que ha de ayudarse con papel y bolígrafo. Pero hay muchas más variantes, por no hablar de las decenas, centenas y quizá miles de tipos de café según la procedencia y el modo de prepararlo para la comercialización.

Lo cierto es que un café, cualquiera que sea la extravagancia, da lugar a la camaradería, al diálogo, a compartir y, ya en la cota de la felicidad, a reír que, como leí en 'El enigma de la habitación 622' -la recomiendo- «La risa es una forma de perfección inalterable. Nunca te arrepientes, se vive siempre con plenitud. Cuando acaba, siempre te quedas satisfecho y te apetece más pero no la pides. Incluso el recuerdo de la risa es siempre agradable».

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Para acabar ¡Qué error el de la cena de desagravio de Francisco Camps! y ¡qué error el de los dirigentes del PPCV y PPV (Valencia ciudad) de organizar una contraprogramación y de tratar de evitar que la gente se sumara! Pero me da muuuucha pereza escribir sobre ello.

Hoy con el chupinazo un recuerdo especial para mi padre, Fermín y natural de Pamplona. Así es la vida.

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