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El Estado no encuentra a Javier Hidalgo, ex consejero de Globalia, para declarar ante la Comisión de investigación del Senado en el caso Begoña Gómez, ni puede detener a Puigdemont en su aparición de Barcelona. Pero en 48 horas identificó y detuvo a los tres ... jóvenes que atacaron el vehículo de Pedro Sánchez. Algo grave está pasando en España. Da la impresión de que Sánchez está consiguiendo de los españoles la aceptación de cada una de sus acciones y mentiras sin que tengamos sensación de su trascendencia. No importa que sus iniciativas traspasen las leyes o no las tengan en cuenta. Lo fundamental es hacer lo que haga falta para mantenerse en el poder. Sin pausa pero con prisa está sometiendo a su voluntad toda la estructura del Estado: Fiscalía General, Tribunal Constitucional, RTVE, empresas y organismos públicos, etcétera. El Estado es su cortijo.
Lo demuestra con la tragedia de la DANA eludiendo los mandatos de la Leyes y dejando a Carlos Mazón como pábilo de la bomba. La posibilidad de que éste y su equipo tardaran en reaccionar no suprime la elusión de lo dispuesto en la Ley Orgánica de los estados de alarma, excepción y sitio: «El Gobierno... podrá declarar el estado de alarma, en todo o parte del territorio nacional, cuando se produzca alguna de las alteraciones graves de la normalidad como catástrofes, calamidades o desgracias públicas, tales como terremotos, inundaciones... de gran magnitud». También se ha negado a activar el Plan Estatal General de Emergencias. Si la hecatombe valenciana no justifica su utilización, venga Dios y lo vea.
La presencia del Ejército, competencia del Gobierno central, desde el primer momento hubiera conllevado eficacia, preparación y medios para atemperar los efectos del aluvión, y hubiera evitado la polémica vergonzosa entre los Gobiernos central y autonómico. Espero que finalmente se cumpla el mensaje evangélico de san Lucas, «nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz».
La DANA ha escenificado esta carencia de respuesta rápida y coordinación entre los niveles del Estado. La metodología ha fallado para alertar a la población del grave peligro, y en la contundencia de la respuesta, ejecutada muy tarde. La Generalitat se ha visto sobrepasada, sin comprender que no iba a ser capaz de dar cobertura a sus ciudadanos; y el Gobierno ha esperado en exceso, con la absurda excusa de los protocolos, para disponer todo el músculo necesario. El partidismo ha contaminado las instituciones. ¡Cómo no van a estar irritados! Así es la vida.
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