La víspera de Nochebuena coincidiremos en la conveniencia de dedicar estas líneas a la Navidad, a la Fiesta de la Navidad, no a las Fiestas como muchos alérgicos al cristianismo se empecinan en denominar estas fechas olvidando su origen, la conmemoración de uno de los ... acontecimientos más importantes de nuestra Historia, de la Historia de la humanidad: el nacimiento de Jesucristo.
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Convendremos que, gracias a ello, la característica general de nuestros deseos en estas dos semanas es el amor, la fraternidad. Son días que florecen en nosotros los sentimientos más nobles, cuando nos vemos más sensibles a los demás, cuando la familia emerge como protagonista principal de nuestras reuniones, cuando desde todos los rincones del mundo millones de personas hacen las maletas para congregarse en torno al clan.
Da gusto pasear por esta nuestra Valencia que, al igual que todos los pueblos de la Comunidad, huele y respira a Navidad por los cuatro costados. De nuevo nuestras calles ofrecen signos y símbolos lógicos después de ocho años de un gobierno municipal empeñado en esconderlos. Evidentemente, han fracasado en su intento y las luces, los belenes, los árboles han resurgido por doquier demostrando la supervivencia secular de creencias y costumbres. A María José Catalá y a todo su equipo, gracias.
Contemplo la alegría de mis nietos, como los de todos, al ver los nacimientos, los pinos públicos y domésticos engalanados, su aportación a sus padres y abuelos para adornarlos, ofreciendo los cables con sus bombillitas y, epatados, saltando de júbilo cuando las ven encendidas con sus colores parpadeando. ¿Cómo nos sentimos al acompañarlos a esa plaza del Ayuntamiento y hacer la cola para los caballitos, coche de bomberos o pista de patinaje?
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Una alegría que adquirirá proporciones enormes cuando en la noche de mañana o el lunes descubran los regalos al pie del árbol. Porque, eso sí, reconozco la eficaz aportación del mundo sajón con Papá Noel. Desde muy joven fui partidario de los regalos al comienzo de la Navidad para poderlos disfrutar durante todas las vacaciones de los juguetes y no cuando al día siguiente deben acudir a la escuela, máxime en los tiempos actuales en los que ya no se puede jugar en la calles de nuestros pueblos y ciudades. Aún así, tampoco renuncio a esa noche de Reyes, a la Cabalgata y a los nervios infantiles por obra y gracia de los Magos de Oriente. Ver su cara inocente y asombrada es una escena impagable.
Os deseo a todos la mayor felicidad. Aprovechemos también para compartirla con aquéllos que les falta. Como dice mi párroco, Dubiel, que nada ni nadie os quite la sonrisa. Así es la vida.
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