Gabriela Bravo es noticia por su decisión de abandonar la política y regresar a la carrera fiscal. Porque la ya exvicepresidenta de las Cortes tiene ... una carrera profesional al margen de la política. No como otros -cada vez en mayor número y así nos va- que su currículum se sostiene en vivir del dinero público, donde el objetivo primordial es mantener el cargo y la cualidad esencial demostrar permanentemente sometimiento y adulación al jefe.

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Me consta que tenía meditada la decisión hace meses. Harta de la incompetencia suficientemente generalizada y el resquemor de la que ha sido objeto por haber sido propuesta por el expresidente Ximo Puig -nadie se opuso a ello en su momento- va a su verdadera vocación obteniendo buena nota en su recorrido político.

De ahí que cuestione que sale porque su destino se perfila en la Fiscalía General del Estado. Su alejada determinación en el tiempo confirma que no es así. Desde luego, nadie podemos asegurar lo que nos depara el destino. La vida cambia en un segundo. En cualquier caso, me arriesgo a vaticinar que ella no es el perfil diseñado por Pedro Sánchez para el dominio de las instituciones. Me decepcionaría si aceptara erigirse, como los últimos representantes del Ministerio Público, en la 'voz de su amo'. Al contrario, su nombramiento en las actuales circunstancias de deterioro institucional significaría que el presidente cambiaba su modo de actuar. Imposibles los dos supuestos.

Bravo también fue consellera con Ximo Puig. Allí destacó por su bravura, viene al pelo su apellido, como bastión contra las inclinaciones nacionalistas de Compromís y contra Mónica Oltra cuando ésta intentó obstaculizar la acción de aquél, mucho antes de verse involucrada en el conflicto judicial de su exmarido. Recordemos su contundencia contra el entonces director general de Política Lingüística, Rubén Trenzanos, respecto a la exigencia del valenciano. O su actitud inequívoca contra la violencia de género, aspecto de especial sensibilidad para ella. Tanto, que irá a una de las plazas de esa sección.

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Su partida plantea dos problemas al PSPV. Uno, la ausencia de una persona con preparación y experiencia, cualidades que el resentimiento de su propio grupo ha impedido utilizar y, como expresaba acertadamente Burguera en LAS PROVINCIAS, otorga al PP una ocasión de oro para presionar al PSPV la renovación de los órganos estatutarios que los socialistas se han negado a pactar a pesar de haberse cumplido los plazos.

Espero y deseo que disfrute de su nueva responsabilidad y no se cumpla aquello que un personaje en 'El abanico de Lady Windermere' de Oscar Wilde: «En este mundo no hay más que dos tragedias. Una, no conseguir lo que se desea, otra, conseguirlo. La segunda es la peor de las dos». Así es la vida.

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