El ingenio de los carletíes han demostrado su alta dosis para desalojar a los okupas y, simultáneamente, han dejado al descubierto la parcialidad de las leyes españolas en beneficio de los animales frente a los derechos de las personas y de la propiedad privada. Así ... lo desvelaba mi amigo Rogelio al narrar cómo los habitantes de la localidad de Carlet lograron expulsar de una casa a quienes habían entrado ilegalmente impidiendo el acceso a su propietario y exhibiendo unas condiciones deplorables de vida.
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El sucedido, dicho coloquialmente, comenzó con la 'okupación' de una vivienda por un grupo de individuos, los cuales además mostraban unas formas eméticas por la acumulación de basura, utilización del fuego y demás características habituales en este tipo de delitos (si no es delito, debería serlo como en países de nuestro entorno). Eso sí, allí estaba negado el permiso para sus verdaderos propietarios. De nada sirvieron las llamadas a la Policía ni a la Justicia. La experiencia demuestra que, por la vía legal, la solución llega después de dos años de tribulación.
¿Qué hacer ante esta tropelía? Ahí surgió el ingenio de los paisanos de Xavier Casp, uno de sus hijos más ilustres y paladín de la defensa del valenciano después de su tránsito como partidario de la unidad de la lengua, apareció como antídoto a este ataque contra la comunidad. «Como estos viven con un perro y la Ley de Bienestar Animal de 2023 protege singularmente a los animales de compañía, denunciemos ante la Sociedad Protectora de Animales (SPA) las inmundas condiciones con que mantienen al can. A ver qué sucede».
Dicho y hecho. Desalojo inmediato de los presuntos o posibles delincuentes y devolución del inmueble a sus verdaderos dueños. Tanto efecto ha causado el suceso, que ahora es tendencia para la expulsión de los okupas: introducirles un animal de compañía y tramitar la correspondiente denuncia ante la SPA.
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Reconozco que los habitantes de esta localidad de la vega del río Magro, de escaso caudal pero de grandes avenidas en épocas lluviosas antes de la construcción del pantano de Forata, han dejado patente la importancia de la perspicacia ante la dificultad. Y también del escenario atípico ante el que nos encontramos los españoles. Por más amor que deba tenerse a los animales, no parece razonable que sus derechos tengan prioridad sobre los de las personas. Bien es verdad que, poco a poco, aquéllos están adueñándose de nuestra cotidianidad porque, según la Federación Europea de Alimentación para Animales de Compañía en España, ya hay 9,3 millones de perros y 5,8 millones de gatos, cifra sensiblemente superior a los casi siete millones de niños menores de 15 años. Así es la vida.
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