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Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía», frase atribuida a Séneca y aceptada universalmente, pero que en España no tiene efecto porque la instrucción, el juicio oral y la ejecución de las sentencias presentan demoras tan prolongadas que, cuando las condenas ... han de hacerse efectivas, los afectados han penado sobradamente en todos los aspectos de su vida profesional, económica, social y, en algunas ocasiones, familiar y han dado muestras de estar reinsertados en la normalidad. No entiendo por qué ningún Gobierno se ha puesto en serio manos a la obra para dotar de medios suficientes a la Justicia.
Viene este a cuento por la noticia de A. Rallo en LAS PROVINCIAS en la que informaba sobre la petición de suspender el ingreso en prisión por parte de Pedro Garcia, ex director general de RTVV, a causa de la pena por lucrarse con el amaño de contratos de las pantallas y megafonía con motivo de la visita a Valencia del Papa Benedicto XVI en julio de 2006. Una petición que me parece totalmente coherente, como lo sería la aceptación de la misma.
Lo digo, porque tanto él como algunos de los sancionados en esta misma causa, han recibido ya suficiente castigo a todos los niveles durante los doce años transcurridos desde su imputación, y posiblemente superior al correctivo dictado por los jueces. Conviene recordar que el evento sucedió hace 18 años, la imputación hace 12 y el fallo hace cuatro. Tal como expresa García en su ruego, las penas no superan los dos años, tiempo en el que normalmente se evita la cárcel, además de haber colaborado con la Justicia y repuesto la cantidad de un millón de euros.
Si estos datos ya son positivos para una decisión benévola, hay uno más importante: Pedro García recibiría un escarmiento desproporcionado, perdiendo así su función socializadora, cuando en estos doce años ha demostrado mantener «una vida absolutamente normal con su esposa e hijos, con un arrepentimiento profundo de lo sucedido y sin presentar riesgo de situación ilegal ni conflictiva». Todo apunta a asegurar la ausencia de reincidencia, un excelente argumento para aceptar su mantenimiento de libertad.
Estos razonamientos son transferibles a otros casos de dilación en la actuación judicial durante la cual se ha yugulado de sobra la vida de los condenados y no existe sospecha de reiteración delictiva. En cualquier caso, estas líneas no pasan de ser una reflexión personal y estos 'affaires' me recuerdan la afirmación de Raymond Reddington en 'Blacklist', «el perdón no puede cambiar el pasado, pero puede cambiar el futuro». Así es la vida.
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