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La tierra de Blasco Ibáñez, Joanot Martorell, Isabel de Villena, Teodoro Llorente, Santiago Posteguillo y un sinfín de escritores brillantes no puede permitirse situarse por debajo de la media nacional en índice de lectura. Es cierto que es tan solo una décima -el 64% frente ... al 64,1 de la media nacional-.
La tierra de Ausías March, Juan Gil Albert, José Martínez Ruiz 'Azorín', Joan Fuster, Carmen Amoraga y Maximiliano Thous debe acortar distancias en este capítulo respecto al 73,5 de la Comunidad de Madrid, del 68,2 de Cataluña, del 68,1 de Navarra o del 67,8 del País Vasco, guarismos en los debemos situarnos en correspondencia a nuestra Historia, Cultura y nuestro lejano siglo de oro. Esta estadística publicada en LAS PROVINCIAS ha sido presentada y elaborada por el Barómetro de Hábitos de Lectura 2023 de la Federación del Gremio de Editores de España.
Por ello, entiendo y animo al Gobierno de Carlos Mazón a asumir este nuevo reto, el crecimiento del índice de lectura de los valencianos. Digo nuevo por si no estaba entre los incluidos en su programa, dado que es ahora cuando se han publicado estas cifras. En el decurso de estos cuatro años de legislatura debería plantearse como un objetivo a alcanzar. Con el Consell han de colaborar las editoriales, la publicidad, los colegios y los padres.
No sólo se trata de mejorar unos números y ascender unos puestos en las listas, sino por la importancia de elevar el desarrollo, el conocimiento, la comunicación, el ingenio y el vocabulario de los valencianos. Si se me apura, la lectura favorece hasta la relajación y la reducción del estrés. Estoy convencido de que promueve la calma y la mesura y fortalece la seguridad. Como he leído a la escritora uruguaya Sheina Lee Leoni Handel «leer implica razonar, crear, soñar y convertirnos en seres cada vez más tolerantes y respetuosos de las diferencias de los demás, consiste en aprender a observar la sociedad desde un nuevo punto de vista mucho más objetivo, alejándonos de prejuicios e ideas contradictorias a la realidad».
No me sorprende el incremento de lectores a partir de la pandemia. La reclusión constituye un acicate para la opción de elegir un libro en lugar de las redes o la televisión. Reconozcamos que aquella tiene más probabilidades de enriquecer el intelecto que las otras dos. A la vez, tampoco me ha extrañado que los datos indiquen un importante aumento en el porcentaje de los mayores de 65 años, como he constatado por propia experiencia.
Tras estas reflexiones sólo me queda invitar a todos a leer, a seguir leyendo. Nos encontraremos. Así es la vida.
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