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¿Cómo puede aguantar Carlos Mazón este acoso al que está sometido? ¿A qué espera para dimitir? Son las dos preguntas más generalizadas que me ... hacen. ¡Cómo si yo estuviera en el cuerpo y alma del presidente de la Generalitat o conociera perfectamente los entresijos de la política, cada día más misteriosos a pesar de haber estado en contacto con ellos más de medio siglo!. ¡Caray, sí que llevo años en la pasión por el periodismo!
Para la primera cuestión se me ocurren tres respuestas. El orden de su enumeración nada tiene que ver con su importancia. Una, porque el poder desprende un efecto de adhesión desconocido para el resto de los humanos. Como le dijo Ali Bhutto, entonces presidente de Pakistán, a Oriana Falacci, «el poder es una pasión más fuerte que el amor». Otra, aunque suene más a excusa, no quiere aparentar culpabilidad por su omisión el 29-O. Y tercera, porque tanto él como Alberto Núñez Feijóo, según los tamtames palatinos, han apostado por echarse en manos de las encuestas. Su dinámica decidirá la marcha o continuidad. La opción de un adelanto electoral, hoy por hoy, está totalmente descartada por más que las citadas consultas garanticen la prórroga de la actual mayoría PP-Vox.
De una cosa puede estar seguro el Molt Honorable, su permanencia al frente del Consell constituirá un subterfugio para incitar la coprolalia de la oposición, ya demostrada la noche de la cremá en el balcón del Ayuntamiento, y para el mantenimiento de las periódicas y multitudinarias manifestaciones. El problema se agravará si estos escraches, tan exhibidos por la izquierda y sus áreas de influencia, trascienden los límites de nuestra Comunidad y llegan a afectar a Feijóo «por su complicidad al mantenerlo» como ya anunció el ínclito ministro Félix Bolaños.
¿Se puede vivir así? Es complicado pero, a juzgar por los hechos, es evidente que sí. Hasta ahora está demostrando que puede con la enorme dimensión de la pesadilla, que es capaz de superar el tártago producido por su pasividad el día trágico de la dana, que cuando se encuentra frente a su cara espejada, cree en su capacidad de superación, está convencido de que no ha llegado su némesis.
Algún huelgo le queda, como ha demostrado con el pacto con Vox para sacar adelante los Presupuestos, un pacto que parece haber levantado el complejo que atenazaba a buena parte del PP, incluido Feijóo.
Dicho esto, mi pregunta alternativa a las que me hacen ¿cuánto tiempo aguantará cuando parecen tener más peso los argumentos para sustituirlo que para mantenerlo? Porque sus defensores escasean. Al contrario. Así es la vida.
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