Nadie me ha regalado por Reyes un frasco de perfume o de colonia. Ni ninguna persona de mi entorno ha recibido este obsequio. Sin embargo, algo importante me pierdo cuando este artículo es el más publicitado estos días en las televisiones. Cansado de la secuencia, ... me dediqué a contarlos. Como muestra, enumeré un total de 28 anuncios de este producto de los 32 mostrados durante esos interminables diez minutos en los que nos asaetean varias veces durante la emisión de un programa.

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Un turbión de artículos similares participan en esa especie de yincana hacia nuestros hogares. Una competición, por cierto, que exhibe cuerpos espectaculares de los dos sexos, aunque he de señalar que ninguno iguala a la sudafricana ausente este año del torneo. Como afirma Noah Charney en 'El ladrón de arte', «el arte hermoso, como las mujeres hermosas, despierta el deseo». En este caso, también los hombres.

Me queda la duda si se debe a la necesidad de las marcas por equilibrar sus balances o si, por el contrario, ganan tanto dinero que pueden dedicar esas ingentes cifras a la publicidad. Y sorprende que en esos espacios hayan desaparecido los tradicionales juguetes. No vemos las famosas muñecas, las barbis, los scalextric y demás objetos que se supone, al menos así era hace unos años, llenaban los espacios comerciales.

Vuelvo a la colonia y el perfume, productos aromáticos para proporcionar fragancias agradables y personales. La diferencia entre ambos es clara. El perfume se caracteriza por su alta concentración de aceites esenciales, lo que le confiere una fragancia más intensa y duradera. En cambio, la colonia tiene una menor concentración de aceites, lo que la hace más ligera y para aplicaciones frecuentes.

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Siempre pensé que su aparición en nuestra sociedad se debía a los franceses. La leyenda afirma que como no se aseaban, los inventaron para disimular el mal olor. Pues no, el uso de fragancias se remonta a la antigüedad. Los egipcios, griegos y romanos utilizaban aceites aromáticos y resinas en rituales religiosos y para embellecer el cuerpo. Durante la Edad Media, el arte de la perfumería evolucionó en el mundo árabe, donde se perfeccionaron métodos de destilación. En el Renacimiento, el perfume cobró relevancia en Europa, especialmente en Francia e Italia, países que se convirtieron en epicentros de la perfumería. La colonia es el epónimo de la ciudad en que surgió en el siglo XVIII: Colonia, Alemania, como una fragancia más ligera y refrescante.

Este escenario ha provocado curiosidad. Resulta que la industria del perfume y la colonia es un sector multimillonario que combina arte, ciencia y marketing. Las marcas de lujo dominan el mercado con campañas publicitarias asociando sus productos con el glamour y la exclusividad. Así es la vida.

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